Introducción

Sin lugar a dudas que, de manera explícita o implícita, todo ser humano siente y piensa que todos los bienes existentes en la humanidad, de cualquier tipo que sean, son comunes a ella, que debe existir, por tanto, “una comunión de bienes” y que la comunidad internacional y nacional debe organizarse para ese fin. Este sentir y pensar se experimenta, al mismo tiempo, como un derecho y como un deber, como algo que debe ser, pero que todavía no es, al menos de manera generalizada e igual. Se habla, por eso, de la manera más normal y natural, de una mala o injusta distribución de las riquezas. La búsqueda de “una comunión de bienes” se fundamenta en afirmaciones como las siguientes, admitidas hoy por todos aunque no se les ponga en práctica:

a)La persona humana y su dignidad están por encima de cualquier otro bien o valor.
b)El destino de los bienes es universal, incluida la propiedad privada.
c)La misión del Estado es procurar el bien común de toda la sociedad o nación y administrar adecuadamente los bienes que esta le confía.
d)La fraternidad universal: todos los seres humanos son hermanos y han de ser solidarios entre sí.
Con toda seguridad que a estas cuatro afirmaciones clave se pueden agregar otras más y ellas mismas pueden ser profundizadas. Pero mi intento ahora no es hacer un tratado sobre la materia, sino abrir pistas a la reflexión personal y al diálogo cotidiano. En esa dirección van también los puntos dados a continuación.

1.La familia

La familia (hombre, mujer e hijos), considerada la célula básica de toda organización social, ha sido, a lo largo de los siglos, modelo de “comunión de bienes”.

El padre y la madre cultivan la tierra, trabajan y producen riquezas, pero no se apropian de estas: las reparten entre todos, según la necesidad de cada uno. Los hijos entrarán en esa dinámica, cuando lleguen a la edad de producir. Más aún: los padres en la familia son considerados “administradores”, no “dueños” de las riquezas que ellos mismos han producido con sudor y esfuerzo. Se llama, incluso, mal padre o esposo al que “malbarata” los bienes adquiridos por él, pero que son considerados propiedad de todos.

Como se puede ver fácilmente, en una familia bien organizada se practican aquellas cuatro grandes afirmaciones arriba enunciadas y que están en la base del ansia de una “comunión de bienes” mucho más amplia que la del círculo familiar. A través de la historia se encuentran múltiples experiencias de “comunión de bienes” no limitadas a una familia, sino a varias familias o comunidades formadas por un número de personas que pueden ir de unas pocas hasta doscientas o dos mil personas.

2.Los Kibutzim y los Ashram

Las experiencias más modernas, o al menos las más conocidas en materia de “comunión de bienes” y propiedad colectiva son las de los Kibutzim (kibutz en singular) israelitas y los ashram hindúes.
a)Los Kibutzim comenzaron en 1910 y permanecen hasta el día de hoy, con sus altas y sus bajas, sus fortalezas y debilidades, sus logros y defectos.

“Kibutz” en hebreo significa “grupo”. Es un hombre modesto para algo único en su género: una comunidad voluntaria democrática donde la gente vive y trabaja en conjunto sobre una base no competitiva. Su objetivo es formar una sociedad independiente económica y socialmente, basada en principios de propiedad comunal, justicia e igualdad.

Los primeros kibutzim fueron organizados por jóvenes sionistas idealistas que vinieron a una tierra desolada por centurias de abandono, unos 40 años antes del establecimiento del Estado de Israel. Su sueño no era sólo el de asentarse aquí, sino el de construir un nuevo tipo de sociedad. A pesar de las grandes dificultades, lograron crear un sistema social y una forma de vida que ha jugado un papel central en la historia del Estado de Israel y en la formación de su sociedad.

Es bueno afirmar que el Israel bíblico practicó de muchos modos “la comunión de bienes”. Basta recordar aquellas célebres leyes del “año sabático” (cada siete años) y del “año jubilar” (cada cincuenta años). Ellas prescribían, además del reposo de la tierra, la condonación de las deudas y la recuperación del patrimonio vendido.

b)Un ashram (palabra “ashram” en sánscrito significa “lugar de esfuerzo”), en el hinduismo, es un sitio de vida común, de meditación, de enseñanza, tanto religioso como cultural, en el que los alumnos y maestros viven bajo el mismo techo y se consideran todos miembros de una misma familia. En el kibutz parece destacarse la producción económica, en el ashram, en cambio, parece sobresalir la dimensión espiritual. En ambos, sin embargo, se ve clara “una comunión de bienes”, regida por una serie de normas y reglas acordadas y aceptadas previamente. En el siglo XX se construyeron numerosos ashram en toda la India. Uno de los más famosos ha sido el de Subarmti Ashram en Ahmedabad, centro espiritual y político de Mahatma Gandhi durante la independencia de la India.

3.Comunidades cristianas

Desde las primeras comunidades cristianas hasta nuestros días, el cristianismo es portador, como algo que le es propio, del mensaje de “comunión de bienes” y de múltiples experiencias concretas al respecto.

a)Ya el libro de Hechos de los Apóstoles nos da los siguientes datos, que se remontan al año 33 de nuestra era.

“Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común” (Hechos 2,44).

“La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyo a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los Apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos 32-35).

b)Esta fuerte experiencia de “comunión de bienes” del cristianismo primitivo se mantiene viva de muchas maneras en la Iglesia Católica y en las comunidades cristianas separadas de ella.

Sobre todo dieron continuidad a esta práctica muy concreta los monjes y monjas en el desierto o en monasterios, a partir del siglo IV, cuando cesaron las persecuciones a la Iglesia, esta salió de las catacumbas a la luz pública y entraron grandes poblaciones a ellas no siempre con la debida iniciación cristiana. Hoy sigue vigente la práctica de una “comunión de bienes” total en los mismos monasterios, en las comunidades religiosas, de sacerdotes, de laicos célibes y de grupos de familias.

En la Iglesia Católica hay millares de comunidades de este tipo: sólo en la República Dominicana se registran más de 100 masculinas, agrupadas todas ellas a su vez en 32 congregaciones de religiosas, y más de 350 femeninos, reunidas por su parte en 92 congregaciones o institutos de mujeres. Por un voto de pobreza individual renuncian a la administración personal de sus bienes, lo ponen todo en común, a cada uno se le da según sus necesidades, a nadie le falta nada y aún les queda para compartir con más pobres que ellos. Normalmente la opinión pública destaca y valora la dedicación y entrega de estos sacerdotes y monjas, sus diferentes servicios sociales (a la educación, a los enfermos, niños, jóvenes, ancianos, abandonados), pero vale destacar y valorar también la opción que han hecho de vivir en comunidades con una estricta “comunión de bienes”.

c)Sin embargo, la más conocida y difundida “comunión de bienes” practicada por la Iglesia es, tal vez, la denominada “Caritas” o “Pastoral de la Caridad” o “Pastoral Social”, que a su vez se especifica en áreas como “Pastoral de la Salud”, “Pastoral Carcelaria”, “Pastoral de los enfermos”, “Pastoral de los Migrantes, etc. En todas ellas, de manera sistemática y organizada, los fieles buscan canalizar sus aportes para compartir, en comunión con los más necesitados, sus bienes, pocos o muchos.

La gran riqueza de la Iglesia consiste en que nada de lo que ella tiene le pertenece, sino que es patrimonio de toda la comunidad eclesial, e, incluso, como sucede con los monumentos u obras de arte, pasa a ser patrimonio de un país o de toda la humanidad y ella se torna, entonces, celosa guardiana y administradora de los bienes comunes.

4.La gran comunidad

Está claro que la denominada “comunión de bienes” exige no limitarse a las familias, a los grupos o pequeñas comunidades, sino que ha de dar el salto a la gran comunidad nacional e internacional.

Aquellas formas no son sino una muestra en pequeño de lo que debe ser toda la sociedad en grande y como un anticipo del ideal ansiado por todos. De hecho “una comunión de bienes” más generalizada ya está presente de múltiples formas en el cuerpo social y es exigida por este a nivel local o mundial.
Recojamos algunas experiencias que manifiestan o bien la realidad ya existente o el ansia de una mejor repartición de los bienes comunes, naturales o producidos:

a)¿Los impuestos qué son, si no una manera de “comunión de bienes”, mediante los cuales cada uno aporta de manera equitativa a las necesidades comunes? En esa perspectiva, “la evasión de impuestos” es una negación a la “comunión de bienes” y la mala administración de esos impuestos es un golpe mortal a dicha comunión. Ambos casos –evasión y mala administración de los bienes– son actos flagrantes de corrupción, de injusticia social, de disolución de la sociedad y causa de pobreza.

b)Las fundaciones, patronatos, voluntariados y otros tipos de organizaciones de la sociedad civil, que se dedican a trabajar por un grupo necesitado específico, son otras tantas formas de “comunión de bienes”.

c)La expresión “democracia social” es una manera moderna de decir “comunión de bienes”, libre y participativa, en oposición a las “monarquías” y dictaduras (todo era para el monarca o dictador, que administraba a su antojo) y a los totalitarismos estatales (como el comunismo, que pretendían una “comunión de bienes” obligatoria, controlada y administrada por el Estado). Todos estos casos, históricamente, han sido un fracaso.

Conclusión

CERTIFICO que la humanidad en su conjunto, cada pueblo a su manera, venciendo obstáculos de todo tipo, se encamina a una “comunión de bienes” universal.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los cuatro (4) días del mes de julio del año del Señor dos mil veinticuatro (2024). l

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