MEMORIAS
I
Estas memorias empiezan en 1967, es decir, hace 50 años (estamos en el 2017), cuando un servidor era estudiante universitario de catequesis superior en París. Son todos episodios relacionados con personas de origen alemán y con familias de ese pueblo.

II
El primer episodio aconteció en uno de los restaurantes para universitarios. Oí, desde una mesa vecina, a una joven alemana decir a otro joven universitario, no alemán, que le había solicitado ir con ella esa noche a la cama: – Toda esta semana he estado con uno distinto cada noche. Esta noche quiero descansar. Así que descansaré.

Por otra parte, había oído ya que las alemanas, junto a jóvenes del norte de Europa, gozaban de fama de “fáciles” entre los estudiantes.

III
Supe, después, que era costumbre de las madres alemanas el colocar pastillas anticonceptivas en las canastas de picnics de sus hijas, cuando iban de paseo. Lo único que les pedían era que “se cuidaran” de quedar embarazadas. Por demás, les daban toda la libertad que quisieran.

IV
De todos es sabido cómo jóvenes parejas alemanas quieren tener hijos. Pero las esposas no pueden concebir. La respuesta médica ha sido, al menos en muchos casos: -De tanto usar anticonceptivos quedaron estériles.

Es una de las razones que se dan para explicar también el alto número de adoptados en Alemania y de la trata de niños de países pobres con dicha nación: desean tener niños en sus casas, aunque vengan de otra parte.

IV
También es sabido cómo ha bajado el número de niños y cómo la inmigración es necesaria. Es un pueblo que, como los demás de Europa, ha apostado a tener riquezas para un bienestar económico que asegure el retiro en la vejez. Hoy tienen muchos viejos, una alta tecnología y medios para producir bienes económicos, pero les falta gente, mano de obra, para mantener incluso a sus mayores.

V
A Santiago de los Caballeros vino una famosa experta de origen alemán en psicología y terapia familiar a darnos un taller en materia de familia y nos dijo de entrada:

– Les pido que me hagan ciudadana dominicana honoraria, porque ustedes tienen vida y alegría. Se ven muchos niños caminando por las calles. En mi país ya no es así: No hay fiesta cuando dos se unen en matrimonio: la noche o el día de su unión van caminando solos por la calle hasta llegar a su nueva residencia. Ni tampoco cuando nace un niño. Aquí hay fiesta y alegría.

Recordé, entonces, el viejo adagio español: – Cuando nace un niño comienza la vida de nuevo y renace la alegría. Sin niños desaparece la alegría.

A mi modo de ver, estas afirmaciones de la experta alemana suenan a generalizaciones. No se puede hablar de un ciento por ciento. Pero reflejan un sentir común acerca de una realidad que crece y no se puede ocultar.

VI
Ya hay expertos que anuncian que no está lejano el día en que el Primer Ministro de Alemania será ciertamente de nacionalidad alemana, pero con un origen étnico distinto, como turco por ejemplo.

VII
El último episodio vivido por mí fue ahora, justamente en el año 2017: me visitó, junto a sobrinos míos, una pareja de jóvenes alemanes, él y ella. Le pregunté sobre sus trabajos. Ella me dijo: – Me ocupo de niños que están abandonados por sus padres.
Le contesté sorprendido: – ¿Esto significa que en Alemania hay maltrato familiar?

– No, son niños que se sienten abandonados, porque sus padres no saben cómo amarlos. Trabajan para ellos, les dan cosas que necesitan, pero no aprendieron cómo educar, dar cariño y corregir. Están con los niños, pero éstos se sienten abandonados. A estos padres les dieron todo en sus casas y los complacieron, pero no se les educaba y corregía, Sus progenitores se preocupaban más de buscar dinero que de los niños mismos.

Recordé, entonces, la conclusión de un estudio norteamericano de hace unos 50 años: – Estamos creciendo técnica y económicamente, pero no humanamente.

Pensé en ese momento, que era una teoría o hipótesis, pero nunca creí que la iba a ver concretizada en la familia de manera tan patente y tan diciente.

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que ofrezco estos episodios de realidades alemanas, vistos y vividos por mí a lo largo de estos cincuenta años, como una invitación a meditar sobre ellos, sin pretender que sea un estudio definitivo, ni que solo se puedan encontrar en el admirado pueblo alemán.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros a los veintiséis (26) días del mes de octubre del año del Señor dos mil diecisiete (2017).

Post data

Me parece oportuno citar aquí párrafos del capítulo segundo, “Realidad y desafíos de las familias”, de la Exhortación Apostólica Postsionodal del Papa Francisco sobre el amor en la familia (“Amoris Laetitia”, año 2016) que, a mi parecer, recogen aspectos de la realidad aludida en mis memorias “Episodios con alemanes: Helos aquí:

1. “Por otra parte, «hay que considerar el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto “Las tensiones inducidas por una cultura individualista exagerada de la posesión y del disfrute generan dentro de las familias dinámicas de intolerancia y agresividad». Quisiera agregar el ritmo de vida actual, el estrés, la organización social y laboral, porque son factores culturales que ponen en riesgo la posibilidad de opciones permanentes.” (Amoris Laetitia, #33).

2. “«Asimismo, el descenso demográfico, debido a una mentalidad antinatalista y promovido por las políticas mundiales de salud reproductiva, no sólo determina una situación en la que el sucederse de las generaciones ya no está asegurado, sino que se corre el riesgo de que con el tiempo lleve a un empobrecimiento económico y a una pérdida de esperanza en el futuro. El avance de las biotecnologías también ha tenido un fuerte impacto sobre la natalidad»[18]. Pueden agregarse otros factores como «la industrialización, la revolución sexual, el miedo a la superpoblación, los problemas económicos. La sociedad de consumo también puede disuadir a las personas de tener hijos sólo para mantener su libertad y estilo de vida» (Amoris Laetitia, #42).

3. “Muchos se han referido a la función educativa, que se ve dificultada, entre otras causas, porque los padres llegan a su casa cansados y sin ganas de conversar, en muchas familias ya ni siquiera existe el hábito de comer juntos, y crece una gran variedad de ofertas de distracción además de la adicción a la televisión. Esto dificulta la transmisión de la fe de padres a hijos. Otros indicaron que las familias suelen estar enfermas por una enorme ansiedad. Parece haber más preocupación por prevenir problemas futuros que por compartir el presente. Esto, que es una cuestión cultural, se agrava debido a un futuro profesional incierto, a la inseguridad económica, o al temor por el porvenir de los hijos.” (Amoris Laetitia, #50).

4. “Pero ¿quiénes se ocupan hoy de fortalecer los matrimonios, de ayudarles a superar los riesgos que los amenazan, de acompañarlos en su rol educativo, de estimular la estabilidad de la unión conyugal?” (Amoris Laetitia, #52).

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