Introducción
1 La alegría es aquel “sentimiento grato y vivo, producido por algún motivo de gozo placentero o a veces sin causa determinada, que se manifiesta por lo común con signos exteriores” (Diccionario de la Real Academia).
Son sinónimos de la alegría: la dicha, el buen humor, la jovialidad, la hilaridad, el alborozo, el júbilo, el gozo. A la alegría le acompañan la felicidad, el placer y el sentido de fiesta.
Alegre es aquel que está poseído o lleno de alegría. Al alegre se le ve regocijado, gozoso, jovial, animado, chistoso, contento, risueño, festivo.
- El sentimiento contrario de la alegría es la tristeza, la cual forma con la ira y el miedo el conjunto de sentimientos más destructivos del ser humano.
La alegría lleva al entusiasmo y al deseo de vivir, de luchar y de ser productivo. La tristeza lleva al desaliento, a la depresión, a la negatividad, a la queja y a perder hasta las ganas de vivir.
El alegre atrae y es buscado. Del triste todos huyen y se alejan. - La alegría es fuerza de Dios en los seres humanos. Los israelitas, vueltos del destierro en tiempos del rey persa Artajerjes en el año 425 A.C., estaban entristecidos al contemplar las ruinas de sus ciudades por culpa de la corrupción de sus antepasados.
El gobernador Nehemías, el sacerdote Esdras y los demás dirigentes, los animaban a reconstruir la ciudad y a rehacer sus vidas a luz de las enseñanzas bíblicas, que habían recibido. Les dijeron que no se pusieran tristes ni lloraran, porque el pasado y el castigo de Dios quedaban atrás y justamente aquel día en el que se reunían para la reconstrucción era un día de gracia de Dios, un día dedicado a Él. Les dijeron todavía más:
“Vayan y coman de lo mejor, beban vino dulce, e inviten a quienes no tengan nada preparado, porque hoy es un día dedicado a nuestro Dios. No estén tristes, porque la alegría es la fuerza de Dios en ustedes” (Nehemías 8, 10). - La alegría se torna un valor cuando se le aprecia, se le da importancia, se le cultiva y fomenta.
La alegría es una virtud, cuando se tiene el hábito, la costumbre, de estar alegre. Así se podría definir al hombre o a la mujer alegre, como aquel o aquella que siente habitualmente alegría. - A la alegría, los hombres espirituales la ven como un signo de la presencia de Dios.
En cambio, la tristeza es señal de la presencia del demonio, de la mala conciencia, del pecado personal, familiar o social.
Caín andaba triste y malhumorado, a causa de la envidia, que sentía por su hermano Abel y que terminó dominándolo y llevándolo al fratricidio (Génesis 4, 3-9).
De ahí que hay que combatir la tristeza y las causas que la producen.
San Pablo (en Grecia, siglo I) decía a los cristianos de manera categórica e imperativa: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad siempre alegres”.
San Francisco de Asís (en Italia, siglo XIII) decía que no tenemos razones para estar tristes. Que la única causa de la tristeza es el pecado, la corrupción y la maldad y, por tanto, esas realidades dan origen a situaciones de tristeza.
San Francisco de Sales (en Francia, siglo XVII) decía, a su vez, que “un santo triste es un triste santo”.
La Madre Teresa de Calcuta (en la India, siglo XX) preguntaba, por otra parte: “¿Cuál es el peor defecto?” y respondía: “El mal humor”. - El vino en muchos pueblos y culturas forma parte de la alimentación diaria y acompaña normal mente las celebraciones festivas. En el lenguaje simbólico ha pasado a ser el símbolo de la alegría: “el vino alegra el corazón del hombre” (Salmo 104, 5).
“El vino es vida para el ser humano cuando se bebe moderadamente” (Eclesiástico 31, 27). Pero quien se desvía de esta sobriedad, quien sólo piensa: “Qué rojo está”… “Qué suavemente pasa” (Proverbios 23, 30-35), acabará en la pobreza (Proverbios 21, 17), en la violencia (Eclesiástico 31, 28-31), en el desenfreno (Eclesiástico 19, 2).
Dígase lo mismo de la alegría. No toda diversión o recreación lleva a la auténtica y profunda alegría. Hay celebraciones festivas, que terminan en tristezas, penas y muertes.
“Vino” y “alegría” son sinónimos. “Excesos en el vino” (dígase, igualmente, “excesos en el alcohol”) y “tristezas” son también sinónimos. - En la memoria de los siglos permanece aquella célebre escena de Jesucristo en Caná de Galilea, cuando transformó unos 600 litros de agua en 600 litros de vino exquisito (Juan 2, 1-12).
Es el signo de la aprobación de Dios de la fiesta y de la alegría. Todavía más: el cielo es definido como alegría, fiesta, banquete (véase Lucas 14, 15-24) y el infierno como lugar de tristeza, llanto y desesperación (véase Mateo 22, 1-14). Por eso, en este mundo nuestro donde hay un poco de alegría hay un pedazo de cielo; y donde hay algún tipo de tristeza hay rastros del infierno.
Conclusión
CERTIFICO que el contenido de este trabajo fue extraído de mi libro “Valores y virtudes”, páginas 151-155.
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los diecinueve (19) días del mes de septiembre del año del Señor dos mil veinticuatro (2024).