Toni, cristiano libanés, riega las plantas de su balcón. Un poco de agua se derrama accidentalmente en la cabeza de Yasser, palestino y capataz de una obra. Entonces estalla una pelea. Yasser, furioso, insulta a Toni. Él, herido en su orgullo, decide llevar el asunto ante la justicia. Comienza así un largo proceso en el que el conflicto tomará una dimensión nacional, enfrentando a palestinos y cristianos libaneses. Para ir entendiendo qué sucede en este filme eminentemente político, se debe tomar en cuenta a la doctrina del almirante Arthur Cebrowski de destrucción de las estructuras de sociedades y estados en los países del Medio Oriente. En el caso del pueblo palestino eso se ha cumplido matemáticamente; luego de 70 años en que las Naciones Unidas establecieron normas de sus derechos, países como Israel están en la orilla opuesta. Los palestinos no solo viven en una situación de inestabilidad sino que la vida cotidiana se les ha hecho un infierno, tal y como retrata el filme: la espinosa cuasi convivencia (en un frágil proyecto comunitario) entre libaneses y palestinos, luego de la guerra civil de 1978 entre cristianos, xiitas, sunitas, palestinos, drusos (y quien sabe más), contienda mezclada con la guerra Siria-Israel. Ahora bien, el guión como el filme, su narrativa, su estrategia ideológica tiende a ser forzosamente obvia con ribetes de conferencia mientras se dilucida el conflicto central en los tribunales. Si bien es buena idea de concentrar todo el problema como el resultado de una bola de nieve, como caja de pandora, esa simplificación retórica nos direcciona hacia un desenlace con deducciones, se desmarca así de la cuestión del arte que debe cuestionarlo todo, dudar de todo, sonsacar todo. Cae así en un cliché cuando en su lugar debió partir de un cliché (como bien aconseja Hitchcock). Se siente demasiada manipulación para que todos los caminos nos lleven a una idea de conflicto que aparentemente nace de los pueblos palestinos y libanes, lo que muestra engaño pues ese conflicto tiene vasos comunicantes con la doctrina Cebrowski hoy en día. Las herramientas del género están bien colocadas y en los postulados hollywoodenses: emoción, develamientos imprevistos, nerviosismo, dudas sobre las motivaciones de los personajes en su accionar, en fin una estructura de dramática a melodramática que demanda mucho tiempo de obligación con la emoción causada por los trastornos de los personajes, exige mucho desdoblamiento y redirección y deben ser bien interpretados lo que es magníficamente logrado por uno de los actores con una actuación irrepetible.

HHHH Género: Drama político Duración: 112 minutos.

Posted in Crítica Arte

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