Una de las más gratas sorpresas recibidas en los últimos días, ha sido enterarme del regreso de la revista “País Cultural”, una herramienta que además de necesaria al integrar un discurso clarificador respecto a los derroteros de la cultura nacional, deviene plural, dinámica y atractiva.
En “País Cultural” se recoge la visión consagrada e innovadora de un dominicano brillante. De trato humilde, de pensamiento firme y elevado, así perfilo al doctor Basilio Belliard, de los más jóvenes y respetados intelectuales dominicanos, recientemente designado mediante Decreto No. 66-21 como secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Cultura.

Basilio ha batallado entre la burocracia y los intereses para hacer resurgir el proyecto editorial que fundara en junio de 2006 y permaneciera hasta 2016. Tras una pausa, “arriba a su tercera etapa (…) con vocación de preservar la tradición y fundar un sello de identidad, en materia de política cultural y editorial de su gestión”, indicó Belliard en su texto introductorio al Volumen No. I de noviembre 2020.

Me ha parecido un banquete de principio a fin. Una magnífica selección de textos, un diseño gráfico de primera de Fernely Lebrón, teniendo de portada una multicromática y expresiva pieza del maestro Luis Muñoz, de quien vamos a encontrar otros ejemplares al interior de la publicación, junto con la de grandes creadores como es el caso de Jimmy Valdez Osaku.

Además de la calidad y pertinencia de los temas que se abordan en “País Cultural”, en sus tiradas hallaremos un poco de todo, lo mismo temas referentes a literatura, música, artes visuales, teatro; que, sobre cine, arquitectura, folclore y otras manifestaciones culturales.

Esta entrega compendia textos de grandes intelectuales de la talla de Marcio Veloz Maggiolo, Adolfo Castañón, Plinio Chahín, Miguel Aníbal Perdomo, José Acosta, Xabier Insausti, Eugenio Camacho, así como de David Pérez, Luis Reynaldo Pérez, Nan Chavalier y Jannet Tineo. Integrándose además los aportes de Cristian Martínez, Daniel Baruc y el apreciado y admirado Eduardo Moga, a quien tuviéramos el placer de conocer en el Instituto Cervantes de Frankfurt, Alemania, a la fecha, seguimos disfrutando de su maravillosa y rica pluma.

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