M.A. María de las Nieves Fals Fors
Estancia de Doctorado en Ciencias Humanísticas de la Universidad de Oviedo.
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Darío Suro nació en La Vega, era nieto del pintor Enrique García-Godoy por la línea materna, y fue uno de los pioneros de la pintura tomada directamente de un modelo natural. En sus inicios, su obra se desarrolló dentro del impresionismo y el postimpresionismo con ciertos toques academicistas, sin embargo, paulatinamente derivó hacia un arte innovador y profundamente dominicano.

Entre 1941 y 1943 participó en diversas exposiciones y fundó una Academia de Dibujo y Pintura en La Vega, siendo en ella sus alumnos Rosario Moya, Elías Delgado y Yolanda Ramírez. En 1943 es nombrado agregado cultural de la Embajada Dominicana en México, adonde viajó junto con su esposa Maruxa Franco.

En México permaneció hasta 1947, allí estudió en la Escuela de Artes La Esmeralda y se puso en contacto con Diego Ribera, Jesús Guerrero Galván y Agustín Lazo, que lo conducen hacia una variación estilística en la que enfatizó lo dramático y temperamental, y cambió el indigenismo por el tema negro. En esta etapa hizo una pintura en la que predominó lo expresionista, apreciable a través de la distorsión de las formas, la desproporción, agrandamiento de los ojos y el uso de colores muy variados.

En este período, de 1943 a 1947, su creación artística: “Se trata de una valiente apología racial que realiza frente a una élite social que buscaba esconder la negritud tanto como el régimen político de Trujillo (…)” (De los Santos, 2003, p. 295)

A partir de este momento, su obra exploró todavía más en lo nacional, sobre todo en nuestras raíces ancestrales de origen africano, desarrollando una obra de gran fuerza emocional, donde lo superficial, lo complaciente y lo costumbrista son dejados a un lado, para mostrar lo que consideró la esencia de lo dominicano.

Entre las obras de Darío Suro de este momento se encuentra El Violinista (1946). En ella se observa una relación casi surrealista del personaje negro con su violín, mientras una niña escucha su concierto y un personaje femenino, en segundo plano, nos contempla con sus desmesurados ojos.

El fondo es de un ocre dorado y sirve de fondo a las figuras que están vestidas de tonalidades pasteles contrastantes, la mujer de azul, el hombre con pantalón rosa y la niña de verde, que logran así mantener un contraste basado en antinomias que se complementan.

Algo de irónico se siente dentro de esta obra, entre sus distintos posibles significados pudiera interpretarse como la alienación de tres afrodescendientes que se identifican con elementos culturales europeos y no con los provenientes de sus raíces, aunque también pudiera significar ruptura con ciertos estereotipos culturales. De todos modos, en esta pintura se percibe la hibridez de nuestras culturas caribeñas, resultado de una mezcla de influencias.

En 1947 retornó a la República Dominicana. Impartió una conferencia en el Ateneo Dominicano el 4 de julio de ese mismo año, en la que exhortó a los artistas a representar lo auténtico, a no imitar a los artistas europeos de nuestro pasado, a romper las reglas y a crear un arte renovador y original.

En su arte de la década del cuarenta del siglo XX, se observó la representación de negros y mulatos. Paradójicamente, a su retorno a Santo Domingo fue nombrado director general de Bellas Artes, ocupó este cargo entre 1947 y 1949 al ser recomendado personalmente ante el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina por el mexicano José Vasconcelos.

Durante esta etapa creativa falleció su hijo Jaime Agustín a los dos años, lo que lo afectó profundamente para el resto de su vida, aunque posteriormente tuvo dos hijos: Federico y Rosa, que nacen en 1948 y 1949 respectivamente. Este terrible suceso lo llevó a pintar varias obras con la temática de niños fallecidos como es Padre con niño muerto (1947)

En 1949 es nombrado agregado cultural de la República Dominicana en Madrid, cargo en que permaneció hasta 1953 cuando Trujillo lo destituyó. Allá conoce a los pintores Antonio Saura, Antoni Tápies, José Caballero y a Manolo Millares. Su obra recibe influencia de artistas como Diego Velázquez, Doménikos Theotocopoulos (El Greco) y sobre todo de Francisco de Goya.

Desde España pudo viajar a Italia, Francia, Holanda e Inglaterra. Expuso en ciudades como Barcelona y Madrid y participó en la Primera Bienal Hispanoamericana que se presentó en Madrid y Barcelona. De este período es su obra Plañideras del Caribe donde se siente cierta influencia de las pinturas negras de Goya, combinada con la fuerza de su período anterior y con lo mítico ancestral africano.

En España comenzó también a trabajar dentro de la abstracción. Cuadro abstracto sin título (1953) es un ejemplo de sus obras de este estilo. Es separado por Trujillo de su cargo diplomático y por temor a alguna represalia se marchó a Estados Unidos, donde le fue difícil insertarse y se tuvo que dedicar a pintar porcelanas y biombos en una fábrica. Allá residió hasta 1993.

Poco a poco fue dándose a conocer en los EE.UU. a través de una pintura basada en un estilo más internacional. Se puso en contacto con el expresionista abstracto Franz Kline, quien lo influenció con su pintura caligráfica, como lo evidencia su serie Números (1959). Se dedicó además a la crítica de arte, colaborando con los periódicos El Caribe y Listín Diario en República Dominicana y Aujourd’hui en París. En este período trabajó inicialmente dentro de lo abstracto geométrico y posteriormente se acercó al expresionismo abstracto.

En 1962, el presidente Juan Bosch lo nombró agregado cultural de la Embajada de República Dominicana en Washington, D.C. y ante la Organización de Estados Americanos (OEA), renovando así su actividad diplomática.

En sus últimos años su obra mezcló figuración y abstracción, cargándose de sensualidad, centrándose en la figura humana fragmentada, con un uso variado del color. De este período destacan Piel de otoño (1973) y Desnudo (1983). En 1993 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas de la República Dominicana. Retornó a la República Dominicana en 1996 y falleció en enero de 1997 a los 79 años.

Darío Suro, junto con otros artistas como Celeste Woss y Gil, Jaime Colson y el catalán-dominicano José Gausachs, desarrollaron en las décadas del 30 y el 40 del siglo XX un arte que exploró en las raíces de la dominicanidad, gestando una pintura enraizada en elementos propios de nuestra cultura nacional.
De los Santos, D. (2003). Memoria de la Pintura Dominicana. Impulso y desarrollo moderno.1920-1950. Colección Centenario. Grupo León Jimenes.

Suro, D. (c.1946). El violinista. Centro León Jimenes, Santiago, República Dominicana. https://www.artisticord.com/2019/02/dario-suro-paintings.html.


Centro estudios caribeños. PUCMM.

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