Introducción

1.- La sociedad humana es una especie de laboratorio en la cual es posible examinar diferentes fenómenos y someterlos a prueba; escudriñar conducta, juzgar el proceder de las personas con las cuales compartimos. Es el ambiente ideal para averiguar cuidadosamente la forma de cada quien reaccionar.

2.- El medio social ejerce influencia en las relaciones humanas, por lo que en la medida que se deteriora el ordenamiento económico vigente, se trasgreden las reglas; se vulneran los preceptos que sirven de base a los vínculos afectivos y se dañan hasta los sanos sentimientos.

3.- Los seres humanos se comportan diferentes, dependiendo de su ubicación clasista y la influencia positiva o negativa de cómo asimila los fenómenos sociales que hacen acto de presencia en una coyuntura determinada.

I.- La pérdida de la reciprocidad

4.- Recientemente escribí un artículo con el título “Mi código de la amistad”, en el cual expresé mi criterio con relación a lo que es la amistad y la forma de llevarla a la práctica. Ahora, en este trabajo, expongo cómo siento y practico la reciprocidad.

5.- Por haber llegado con vida a la tercera edad, he tenido la oportunidad de tratarme con personas pertenecientes a diferentes clases sociales y de distintas formas de pensar y comportarse. Al relacionarme puedo conocer, más o menos a fondo, a quien estoy tratando, aunque no siempre resulta así. Por temperamento me gusta cultivar la amistad para que llegue a ser pura, abierta, nada de sinuosa. No creo en los lazos amistosos zigzagueantes porque ocultan fines cargados de simulación, hipocresía y alto disimulo.

6.- La amistad tiene componentes que surgen de los sentimientos de la persona, de donde resulta que dentro de los vínculos amistosos está la reciprocidad, sin la cual considero que no puede existir fraternas relaciones. El apego simultáneo tiene que estar ahí, en el alma de entre quienes existe afinidad de trato.

7.- Algunas personas se dejan condicionar por el medio donde vivimos, o por haber cambiado de estatus social por completo la facultad de proceder con reciprocidad. Al conducirse muestran discordancia respecto al trato que han recibido o reciben.

8.- Lo que estoy viendo en muchos de nuestros paisanos es una relajación de la reciprocidad. El trato recíproco se ha flojado en la misma medida que se hace predominante en la conducta de los nuestros una fuerte asimilación de la degradación ética y moral.

9.- Percibo que la mutua correspondencia está tan ausente en el sentir de muchos de los nuestros, que en su mente les resbala, que es algo así como una pifia al actuar. Creen que ejecutar la reciprocidad es una necedad que pasó de moda en el trato personal; un asunto de añeja cortesía cuyo destino es el olvido.

10.- Mi creencia es que relacionarse con alguien debe tener como objetivo llegar a comprenderse de tal forma que con el tiempo, de la mutua bondad resulte la tolerancia y condescendencia recíproca. En la persona es necesaria la capacidad de entendimiento porque le permite penetrar en la conciencia de aquellos con quienes se codea.

11.- El amigo que dispensa buen trato se hace merecedor de ser bien cuidado. Asistir con gracia a quien se ha esmerado en hacerte disfrutar el momento, es tener sentido de la reciprocidad; dar atención con delicadeza a aquel que fue diligente demostrándote gran amabilidad.

12.- Tú desconoces la reciprocidad si desatiendes a quien ha tenido para ti toda clase de atención; das demostración de no saber valorar el miramiento de quien se preocupó para que sintieras que tu presencia era del agrado y merecedora de finura.

13.- En el fondo de su alma, aquel que no practica la reciprocidad es un presuntuoso que tiene la falsa creencia de que solo él es merecedor de atenciones. La petulancia impide al engreído comportarse con elegancia con quien humildemente le hizo sentir distinguido. La arrogancia nulifica al que debe correspondencia al que modestamente, con sencillez, le dio trato de excelencia.

14.- No tiene la menor idea de lo que significa reciprocidad, la persona que habiendo sido objeto de un trato afectivo, luego se comporta fría frente a quien le demostró calidez. La concordancia de trato solo es posible entre aquellos que son sensibles y educados; los insensibles y patanes no pueden comportarse demostrando reciprocidad.

15.- Aquel que presta su asistencia a otro se hace merecedor del auxilio de quien ha sido, en su oportunidad, respaldado, pues solo así responde del socorro de que fue objeto. Amor con amor se paga, es una máxima que se ajusta perfectamente a la reciprocidad.

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.- A un ser humano con sensibilidad y sano de juicio no le es difícil proceder con reciprocidad, pues le basta con actuar de la misma forma como fue tratado. Ni más ni menos; simplemente servir como fue servido. La asistencia que presta el que fue asistido se convierte en un camino de dos vías, por el que se transita para ir y venir. En la atención reciproca se le hace honor a la correspondencia, es devolver la atención voluntariamente recibida, retribuir la acción de que fuiste objeto y que con tanto gusto recibiste.

17
.- Lo agradable que te sentiste por haber sido bien recibido y con gusto atendido, de igual forma debes hacer sentir a quien fue tu anfitrión, que merece percibir que le has dispensado la misma atención de que consideró ser tú merecedor. Si no devuelves el cuido que te dio aquel que te hizo feliz con su trato afectuoso, puede pensar que no eres más que un inconsecuente engreído, privado de sentimientos tiernos.

18.- La persona debe estar dotada de sensibilidad y mucho tacto para poner en ejecución la reciprocidad, porque algo que se practica voluntariamente tiene que partir de nuestra forma de proceder, de la actitud que tenemos de actuar porque así nos lo dicta la conciencia. La conducta nos manda a comportarnos ante aquel de la misma forma que nos atendió; quien nos hizo sentir amado, merece de nuestra parte ser querido. Es normal dejarse querer por el que fue mimado por ti. El bienquerer a otro es en correspondencia a quien nos supo cotejar.

19– La persona que hace de la sociabilidad una habitualidad debe estar siempre presta a ser amable; lista para compartir alegremente con aquellos que la tratan con cortesía y gran gentileza. No le cuadra ser aborrecible a aquel que le gusta disfrutar las atenciones de que es objeto con esmero por sus cuidadores.

II.- Recuperar la reciprocidad

20.-
Es mi creencia que no es más que un aprovechado aquel que goza con sentirse altamente atendido, pero escurre el bulto cuando está en el deber de reciprocar las atenciones que en su momento recibió. El ventajista no tiene las más mínimas condiciones humanas para la reciprocidad; su ausencia de escrúpulos le impide corresponder atenciones. El desaprensivo vive para ser servido, pero no sirve para servir.

21.- En el medio social dominicano ha ido desapareciendo la reciprocidad en la misma medida que se ha agrietado la sociedad, la cual resulta adecuada para convivir los atrevidos, desvergonzados e insolentes. Es algo imposible lograr que proceda con correspondencia el caradura que no conoce nada de prudencia, y le da lo mismo ser considerado un fresco que un ente social lleno de humildad.

22.- El diario vivir nos está diciendo que está en extinción la persona con sentido de reciprocidad, y que su lugar lo está ocupando la que procede en forma insolente, aprovechada, entrometida, necia e impertinente. No es fácil encontrarse con el hombre o la mujer juiciosa, templada, dominada por prudencia y comedimiento. El entrometido se considera una figura de primer orden allí donde está ausente el decente y mesurado.

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.- Aquí se cultiva muy poco la reciprocidad porque abundan los sinvergüenzas, que no se molestan si son objeto de justificados temas o motivos de murmuración; muy pocos se sienten en el deber de comportarse recíprocos ante aquel que lo hizo sentir bien. El deber, la obligación, la misión de tratar como fuiste tratado, desapareció aquí del código de la cortesía, la afabilidad y la elegancia.

24.- Una sociedad como la nuestra, en la cual la educación y el sistema educativo dejan mucho que desear, ser cortés, delicado y obsequioso es mucho pedir, y menos reclamar reciprocidad que encierra mucho de afabilidad, cordialidad y caballeroso proceder.

25.- A una comunidad humana que se mueve en un medio degradado social, ética y moralmente, es casi imposible demandar de sus miembros reciprocidad, que tiene mucho que ver con formación familiar, buena orientación escolar y sensibilidad en los actores sociales. La elegancia en el trato a los demás no se obtiene por procuración ni a patadas; se necesita formación para ser atento, estar curtido en buenos modales de civilidad.

26.- Aunque resulta incómodo acostumbrarse a compartir con personas de proceder diferente al suyo, hay que hacer un esfuerzo para soportar a aquellos que solamente saben ser bien atendidos, pero no tienen el más mínimo sentido de lo que es la reciprocidad. Por más finas atenciones que recibe el inconsecuente, nunca llegará a unir sus sentimientos con los de quien le ha dado trato exquisito.

27.- Aquellos que creemos y practicamos la reciprocidad por convicción, no debemos sentirnos aprovechables por quienes no sienten ni conocen la mutua correspondencia. Debemos seguir teniendo la cualidad de útil, sin que nos importe que de ella se benefician los que anteponen la utilización a cualquier otra cosa.

28.- No debe sorprendernos que aquel que no ejecuta la reciprocidad, se cree que existe para ser servido. Su petulancia ciega lo lleva a ver a los demás como humildes nacidos para estar al servicio de los atrevidos. El hombre o la mujer sencilla está preparada para saber tratar a los que se creen estar por encima del bien y del mal.

29.- A mis familiares, amigas, amigos y amistades siempre les recuerdo que solo aspiro a que me quieran como les quiero, ni más ni menos. Me siento sumamente bien cuando le sirvo a otro, y disfruto recibir el mismo trato de aquel a quien con amor serví. Mantengo mis brazos abiertos para abrazar y dar calor humano a quien lo necesita; me comporto regocijado cuando necesitando alivio lo recibo de aquel que le di ternura.

30.- Para mis gentes siempre estoy a su disposición. El tiempo de que dispongo, si lo tengo ocupado, lo extiendo para compartir con el amigo o la amiga. De igual forma, me gusta que el amigo o la amiga que distingo tenga para conmigo distinción, que me haga sentir bien, como bien se sintió con mi fino trato hacia él o ella. Así practico y siento la reciprocidad.

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