El hombre anónimo, de Gilbert Kieffer

Una ínfima minoría en la caótica sociedad posmoderna está en condiciones de percibir los cambios cualitativos que experimenta la humanidad actual, época en la que lo tecnológico va sustituyendo al sujeto,

Una ínfima minoría en la caótica sociedad posmoderna está en condiciones de percibir los cambios cualitativos que experimenta la humanidad actual, época en la que lo tecnológico va sustituyendo al sujeto, gracias a la cibernética, la robótica y un sinnúmero de recursos electrónicos que comunican de manera instantánea todo el globo terráqueo. Es el análisis en perspectiva que hace el escritor francés, ya dominicanizado entre nosotros Gilbert Kieffer, en su nuevo ensayo El hombre anónimo: del humanismo a la transhumanidad.

Kieffer no muestra interés en presentar su obra como una revelación exclusiva de su intelecto, sino más bien como una continuación de lo que iniciaron autores como Marcel Proust, Albert Camús, Teilhard de Chardin, Michel Foucault y Saint-Exupéry, cuyo texto El Principito, fuera objeto de estudio anterior que comentamos en esta columna. Advierte que los valores del humanismo que se desarrollaron durante más de un milenio están en peligro, pese que fueron hasta hace poco “nuestra brújula humana”.

El hombre anónimo es ese que Ortega y Gasset describió en La Rebelión de las masas, que hoy hace su propio “periodismo” en las redes sociales. Dice que para no repetir el nombre “anónimo”, sería posible usar “pueblo”, “pobre”. Kieffer llama a una resistencia para evitar que el ser humano termine como “una reserva zoológica, quedándonos como objeto de curiosidad para una humanidad más avanzada”.

El libro trae dos prólogos. El primero es del poeta y político Tony Raful, quien sostiene que el autor nos “advierte del peligro de la transhumanidad, que constituye la meta de la posmodernidad, nos recuerda el superhombre nietzscheano, que desarticula la fragilidad del hombre anónimo, su poder creativo, restableciendo la búsqueda del poder absoluto en el ser finito, cantera de monstruos”.

Jottin Cury hijo, autor del segundo prólogo, valora que pese a “la vertiginosa rapidez con que se suceden los acontecimientos en la postmodernidad”, siempre aparecen personas como Kieffer, que “hacen una pausa en el camino de la efímera existencia para detenerse a observar” los fenómenos analizados en el manual.

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