El periodista y escritor Rafael Peralta Romero creó un avispero en estos días al referirse a la vulgaridad que expresan supuestos comunicadores por diferentes medios, y mostró su dolor y extrañeza ante la actitud de un verdadero profesional que ha tomado esa senda tenebrosa, que tanto daño está creando a la sociedad, con el fomento de la violencia y las malas costumbres. Un ejemplo que se destaca es el un señor de nombre Rafael Guerrero, con varias condenas en los tribunales dominicanos por difamación e injuria, sin que estas logren detenerlo, en lo que él se ha propuesto para llegar a un público, merecedor de información veraz, cultura general, orientación y planteamientos de soluciones a los problemas sociales, como exige la ética periodística.
Un rayo de esperanza comienza a brillar en el parnaso dominicano, con la preocupación de periodistas, escritores, profesionales de la conducta, dirigentes comunitarios y de diversas denominaciones religiosas, en el entendido de que a las expresiones soeces en los medios de comunicación hay que ponerles un freno. Si bien es cierto que la libertad de expresión es sagrada, donde impera ese derecho existen leyes que penalizan la difamación y la injuria, así como la agresión a las normas sociales que permiten la sana convivencia.
Hace poco, el presidente Abinader envió al Congreso un proyecto que procura actualizar la legislación que rige la libre expresión del pensamiento, tras varias décadas de vigencia de la Ley 6132. El limbo en que se encuentra la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos, ha dejado prácticamente desarmado a su director, José Báez, a quien intelectuales como el escritor Ramón Saba le viven recordando la eficiencia con que ejercía el cargo doña Zaida Ginebra de Lovatón, en tiempos cuando no existían las redes sociales y la comunicación social era para profesionales.
Los libros que hablan de Ética Profesional, como el clásico del doctor José Silié Gatón, tratan sobre el peligro de la “mala práctica médica”. Hoy se ha hecho común una mala práctica comunicacional, peligrosa para la salud social dominicana.