Los nabos son, sin duda, una de las hortalizas que menos aprovechamos en la cocina; sin embargo, es mucho lo que tiene que ofrecer a la gastronomía y a la salud.

Una porción de esta hortaliza ofrece tanto potasio como un plátano, abundante cantidad de agua, escasas calorías y mucha fibra. Además, tiene un buen aporte de calcio, magnesio y fósforo y posee variadas vitaminas del complejo B, entre las que destacan ácido fólico, tiamina y niacina.

Otra de sus ventajas es que debido a su bajo valor calórico y presencia de fibra, da la sensación de saciedad y mejora el tránsito intestinal. La ingesta frecuente de nabos también es buena para la belleza: ayudan a mantener la piel brillante y suave, mejora la salud y el color del cabello y su rico contenido de vitamina A es bueno para el cuidado de los ojos.

Es un vegetal que a pesar de usarse poco en la cocina puede resultar muy versátil, ya que puede consumirse crudo en finas lonjas, como parte de una ensalada, o bien puede presentarse en puré, en sopas y en guisos, consiguiendo suavizar y redondear el sabor final del plato. Además, aparece como protagonista en cremas o como guarnición para platos de carne o pescado.

Para elegir un buen ejemplar es necesario que su tamaño sea mediano o pequeño, ya que las piezas grandes suelen presentar textura fibrosa. Otra de las características que singulariza a los nabos frescos es la piel lisa, de aspecto brillante y textura firme.

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