A Léonard que tenía la misma edad de Viau cuando escribí este texto.

¿Qué edad tenía Jacques Viau Renaud cuando el mortero de la ocupación del 65 le cayó encima?
Antonio Lockward Artiles conoció a Jacques Viau en los años 60 temprano y gracias a esa amistad guardó su producción poética, con celo y con rabia, como un tesoro de pirata que él desenterró 20 años después.
Me tocó, en 1985, hacer el libro que el CEDEE apoyó financieramente por la gentileza e identificación con el proyecto de su director, Arturo Jiménez Sabater.

Dice Arturo: …”el imperio de odio, de la división y del sufrimiento sigue pugnando por mantener su dominio (…) dos pueblos de características muy semejantes, hijos ambos de África y Europa, han ido esbozando con sudor y con sangre una idéntica crónica de opresión y de conquista; de avances y retrocesos; en definitiva, de lucha permanente (…) haitiano de nacimiento y origen; dominicano por adopción y crianza; adolescente por sus años y su rebeldía; adulto por la carga de madurez y sufrimientos, Jacques anuncia con su canto (…) el despertar de un nuevo ciclo de esperanza”.

Utilicé una imagen de Nadal Walcott para la portada con su venia y sus lazos históricos que los unían.
Lockward Artiles, del grupo de poetas de la Revolución de Abril, con Norberto James, Fernando Sánchez, Andrés L. Mateo, agregó su narración de “La Madame Sagá” que aparte de enriquecer el libro, lo fortalece.

La madame sagá que conocemos y que arriba cerca de los campos de maíz y donde le dé su santísima gana, es una hermosa metáfora de Lockward para referirse a la migración haitiana que va y viene y no se detiene.

Coincide su aparición en la isla con el fin de la l Guerra Mundial y para el poeta era la “temerosa” que buscaba un árbol. Quería tejer su nido en el lugar más alto posible para celebrar ruidosamente.

Oh virgen, ¡Cuántas cosas nos unen! Desde los viajes obligados que cruzaron “el Atlántico, este-oeste, muchos poblaron La Atlántida convertidos en cadáveres cuando no aguantaron las sacudidas de olas gigantes que amenazaban tragarse de un bocado las naos malditas repletas de esclavos.

¿Por qué el odio dominó más que la sangre común? Y ese es el empeño de Viau a lo largo de su “llanto permanente” en los versos que quisieron ser un himno de unidad.

Le importó a Viau la pobreza de gente como los de Palma Sola. Asumió su tierra, engañada por tiranos reyezuelos, con la misma convicción que se sumó al comando B3 para defender la constitución de Juan Bosch elegido en el 63 democráticamente.

Fue, es indubitable, “el poeta de una isla”.

Sus escasos 22 años no le impidieron adentrarse en Whitman lo que aprovecha para rendir homenaje a Pedro Mir.

Quizás tuvo el mismo sueño que Aimé Césaire de “volver a su país natal” del que nunca se despidió.

¿Quiénes son los que nos han envenenado de odio para verlos como monstruos, animales salvajes, “negro je mierda”? ¿A quién le conviene esta lucha infinita y sin sentido?

Que somos dos pueblos, nadie lo discute, pero tampoco se discute que Haití es usado para favorecer campañas electorales aprovechando ese odio que fue inyectado como una vacuna de pandemia.

Copiamos los modelos de “marketing” de otros horizontes que usan sus guerras despiadadas para complacer el morbo de una población que llena estadios para ver la “lucha Libre”, una verdadera escuela de violencia. Aquellas guerras que sirven, como escopeta de dos cañones, para ganar votos “democrático” y para vender armas, las mismas que mataron a Jacques Viau.

“Haití siempre es una amenaza” y eso se repite en el recuento retorcido de las gestas antiguas. Los historiadores militares, con el miedo como sable, nos amenazan para rematar en la “necesidad” de comprar más armas, “enganchai ma jóvene campesino” que no saben qué hacer de sus vidas; más tanques, más tucanos, MAYOR PRESUPUESTOOOOOO.

Cada 27 de febrero, 16 de agosto y 26 de enero vamos al campo de batalla fantasma jalado por los naringónicos y estruendosos discursos militares a descuartizar haitianos, a masacrarlos en nombre de la Patria Nueva, la misma que Trujillo nos legó, con el recuerdo maldito de una matanza sin sentido y despiadada.

El “éxito” de Balaguer no solo fue en su actuación de “muñequito de papel”, su racismo rancio, como prolongación de aquel fatídico año 37, persiguió a todo lo que “jediera” a haitiano obviando el perejil, que incluyó a Peña, cuya ilustración y dominicanidad, no lo salvaron de su acoso.

Nadie sabe quién fue Jacques Viau o Samuel Roche, dos héroes anónimos de una historia que aún no ha sido escrita, aunque Viau sí escribió, con su sangre, los poemas de hermandad de dos pedazos de una isla que siempre han sido hermanas.

El Haití post Viau es un enorme comercio que solo Sonia, Martelly’s first Lady, paró cuando instaló “ampil” de granjas de gallinas y huevos, no importa el orden.

Viau no pudo descifrar el misterio de la guerra a pesar de su poder poético ni tampoco lo podrá descifrar una generación sin escrúpulo, que no pega si hablamos de Ética y sería una pretensión abstracta con cierto parentesco a un diálogo con el diccionario de la Academia Real de la Lengua de donde sea.

Nos quedamos con el juguete entero antes que romperlo para descubrir el innecesario mecanismo que mueve la cuerda de las ruedas traseras que al final lo destruirá todo y seguiremos con el vigente ombliguismo, marca registrada, detrás de la oreja.

Así termina su gran poema “Nada permanece tanto como el llanto”

…Y el sumido, ¿qué hace?
¿Dónde deposita su silencio?
¿En qué lugar del corazón teje la venganza?
Nadie lo sabe.
Todos le han olvidado.
Se ha dictaminado que su morada sea la sombra,
que el pan deshabitado sea su alimento,
que el pico le prepare el lecho
y la pala le cubra el corazón.
¿Qué es el hombre combatido?
Nadie lo recuerda.
Lo visten los trapos.
Lo arrojaron en la parte trasera de la casa
y allí
con los residuos
un guiñapo se amontona.
Las llamas se extinguen.
Se arrinconan los hombres en una sola
sombra,
en un solo silencio,
en un solo vocablo,
en un llanto solo
y cuando todo sea uno,
uno el llanto y el vocablo uno
no habrá paz sobre la tierra.
¿No habrá paz?
Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre,
los que jamás contaron con los sumisos,
amasarán con sangre su propia
podredumbre.
¡No habrá paz!
¡Llanto para quebrar el llanto,
muerte para matar la muerte!

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