Jesús Marreror
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Dice Lledó en “El silencio de la escritura”: No sería posible escritura alguna si no existiese esa memoria colectiva que se aglutina en cada lengua y que el autor origina y administra. […] El autor no puede entender los sentidos de su obra, porque él mismo es, hasta cierto punto, un producto de ella.

Encontrar en un texto dominicano elementos compatibles con mi identidad es algo común. Ahora bien; encontrar de forma detallada aspectos que profundicen en la condición de ser dominicano es otra cuestión, una cuestión que te obliga a caer de bruces sobre un reguero de traumas colectivos, traumas que atañen a la dominicanidad y luego lo latino desde un contexto contemporáneo.

“Los boys” de Junot Díaz: es un tratado de shocks y vivencias escrito a manera de espejo para lectores nostálgicos de los noventa pa’bajo, para esos que aún tienen un niño abimbao por un padre escaso de palabras en el subconsciente y desnutridos de amor de madre; en caso de tenerlos, porque los padres sacrifican una crianza saludable por una economía lo suficientemente aceptable como para no morir de hambre, una vivencia que solo deja víctimas silentes a diestra y siniestra y moldea la forma de vivir del dominicano promedio. En cada una de sus facetas, los personajes de “Los boys” más que vivir, parece que sobreviven.

La experiencia literaria nos enseña que el único objeto real, en cualquier forma de escritura, es la escritura misma. El nombre del autor sólo es ya, en el dominio de la historiografía, la excusa para buscar posibles contextos, o para poner en relación otros escritos y construir nosotros, desde ellos, el nuestro. Porque el autor, en el curso de la tradición, nos sirve para engarzar, por medio de él, los eslabones de una memoria que, individual o colectivamente, alimentan la historia, más o menos abstracta, de la que el texto es eco. (Lledó, El silencio de la escritura 1998, p. 90):

Mami nos mandaba a Rafa y a mí al campo todos los veranos. Ella trabajaba de sol a sol en la fábrica de chocolate, y no tenía ni tiempo ni energía para cuidarnos durante los meses en que no había clase. Rafa y yo nos quedábamos con nuestros tíos en una pequeña casa de madera que estaba en las afueras de Ocoa. (Díaz, 2009, p. 5)

En definitiva, la figura paterna (semi-ausente) juega un papel hostil y primordial en el desarrollo de los personajes de Junot, los cuales desde que comienza su desarrollo (de personaje) convierten en caos la manera en la que sus personas se comunican, y nos dejan frente a uno de esos textos que ahondan en la violencia en todas sus facetas y que por mucho tiempo fue normalizada a tal grado de que se convierte en marca país.

El dominicano es dominicano de aquí a China.

El uso de signos privados se convierte en un símbolo universal y logra transmitir de manera eficaz, tanto para los contextualizados como para esa otra minoría que accede al texto por mero placer. Podemos considerar esta obra como un estudio social de peso que el tiempo mismo ha guardado y guardará su esencia para algunas generaciones desconocedoras de antiguas relaciones morales.

En “Los boys” predominan tres estereotipos que engloban todos los aspectos importantes de nuestra identidad y que permiten enriquecer la idea del ejercicio de autoficción, a veces nostálgico, pero siempre lo local catapulta a lo universal.

El campo, la capital y Estados Unidos
Estos ambientes permiten la mudanza tanto física, como la manera en que se desarrolla la violencia. Me di cuenta de que estaba sonriendo, y de pronto mi hermano balanceó el brazo y le partió la botella en la cabeza. Reventó en mil pedazos, con el fondo grueso y entero, que salió rodando como una lente enloquecida. Joder qué leche… dije yo. Ysrael trastabilló y se dio de bruces contra el poste de una valla que había quedado enterrado en la cuneta. Los añicos de cristal le resbalaban por encima de la máscara. Se volvió en redondo hacia mí y cayó boca abajo. Rafa le dio una patada en el costado, pero no pareció que Ysrael acusara el golpe. Se había apoyado con las palmas de las manos en tierra y estaba pendiente tan sólo de incorporarse. Dale la vuelta, dijo mi hermano, y entre los dos lo hicimos a fuerza de empujones. Rafa le quitó la máscara de un tirón y la arrojó entre los hierbajos. (Díaz, 2009, p. 16)
La ciudad es diferente, en la capital el autor en boca de niño, indica cómo es más fácil el sexo comparado al campo, a pesar de que besar o tener contacto erótico no está mal visto, pero la virginidad era algo precioso en la zona rural, que muestra un aspecto muy importante de cómo se percibía la relación erótica, sus vacíos legales y la percepción de su cumplimiento. Junot tantea una conducta primitiva dominicana para luego enmarcar de relieve los problemas que atañen a la condición humana, viaja a través de las perspectivas sexuales de nuestra cultura y expone su reacción en diferentes ambientes sociales dentro y fuera del país.

Llevábamos una hora viendo aquella nueva película, una vaina que parecía rodada en el apartamento de al lado, cuando me metió mano bajo el pantalón corto. ¿Qué ostias haces?, le dije, pero él no paró. Tenía la mano seca. Yo no perdí de vista el televisor, estaba demasiado aterrado para mirar. Me corrí enseguida, ensucié los cobertores de plástico del sofá. Me empezaron a temblar las piernas y de pronto tuve ganas de largarme. Él no me dijo nada cuando me fui. Siguió allí quieto, delante del televisor (Díaz, 2009, p. 64).
Para concluir, Junot nos permite viajar a esa República Dominicana ya casi extinta y observar sus valores y antivalores sin ojos de juez. A través de los personajes de “Los boys” demuestra que el acto de escribir autoficción puede brindar herramientas infalibles y contundentes a la hora de explorarnos, y que la cultura es universal sin importar el idioma empleado para describirse o las vicisitudes de sus traducciones.
Díaz, J. (2009). Los boys. Debolsillo.

Lledó, E. (1998). El silencio de la escritura. Espasa-Calpe.
Jesús Marrero

Nació en Villa Altagracia el 3 de agosto de 1992. Desde pequeño le gusta contar y divagar, a veces imaginando que la vida misma es un género literario que floristea sus azares. Estudia Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Amante de la cocina y las cosas extrañas. Primer lugar del premio Joven de cuento FIL.2018, dos menciones de honor en el mismo concurso en el 2017, mención de honor 2019 en el concurso “Camino real” entre otras menciones.

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