La señorita Anguissola, milanesa, llegó a Roma y no dudó de que ella sería pintora, aunque en las llamadas escuelas de arte, que no eran más que los mismos talleres de los maestros, no permitían que las niñas se dedicaran a la pintura ni a nada. Pero siempre, con el reinado del Rey, el patriarcado, la Iglesia y todos los pensamientos que definían una filosofía cotidiana y que imponían sus estrictas reglas de exclusión, cualquier noble podía lograr que su hijita prechocha y muuuuuy inteligente, hiciera lo mismo que los varones incluyendo remodelaciones de castillos sin que ellas supieran un carajo de arquitectura.
Artemisia se convirtió en una artista destacada bajo las instrucciones de su padre Orazio Gentileschi. En sus pinturas se burló de viejos verdes y, disfrazada de Judit, le cortó la cabeza a Holofernes inspirada en un cuento bíblico que fue pintado por Caravaggio y luego por Goya. Esto lo hizo como desahogo a la represión que ella misma recibió, desde el rechazo a ser admitida en las clases de pintura, hasta la violación que sufrió. Y quizás, este gesto pictórico les sirvió a muchas generaciones de mujeres para no dejarse joder del machismo reinante.
En literatura también ocurrió igual fenómeno cuando Amantina Dupin tuvo que se ponerse la máscara de George Sand para abrirse camino en el exclusivo de la masculinidad.
Contemporánea a Artemisia, Sofonisba Anguissola fue elegida para retratar al Duque de Alba y, Giorgio Vasari no pudo dejarla fuera de sus biografías de grandes artistas.
A pesar de que Sofonisba conoció a Michelangelo, un día cualquiera de los tantos que necesitó para pintar la Capilla Sixtina, esa relación no influenció en nadie para reconocer su vuelo. Basta ver su autorretrato para entender inmediatamente el gran talento de esta jovencita que dejó un legado pictórico y un ejemplo.
En la famosa “Escuela de París” se puso de moda la borrachera continua como identidad de artista, además de la boinita, el cigarrillo, un sobrero etrujao, una higiene descuidada y, las pocas mujeres que se atrevieron a pasar de modelo a usar el pincel, no lograron borrarse la etiqueta de puta, lo que en realidad no les importaba. De la Academia Julian, no aparece nadie más que Kiki de Montparnasse y Suzanne Valadon como destacadas artistas, porque las niñas que modelaban para Pascin se morían de hambre y hacían cualquier cosa para sobrevivir. Berthe Morisot fue modelo de Manet y luego su esposa.
Y en cada país ocurrió mas o menos lo mismo, en China, en Rusia, en Estados Unidos, Inglaterra, y hasta aquí, en República Dominicana.
Celeste, hija de Alejandro Woss y Gil, quien fuera presidente aunque brevemente, no le cortó la cabeza a nadie, pero hizo un autorretrato desafiante y provocador donde se destaca su cigarrillo como si fuera la mala del “Bueno y el Feo”, una vaina única de machos.
En el Centro Cultural & Museo Horacio Vásquez de Tamboril hemos hecho una selección de obras de mujeres que se armaron de sus pinceles para reivindicar su derechos de igualdad, que es el tema que acompaña “La noche larga de los museos”. Esta selección de reproducciones se realiza con fines educativo y cultural. Es una muestra modesta y muy limitada por la vasta cantidad de artistas que le siguieron los pasos a Artemisia y a Sofonisba y, hay que decirlo, la Cultura no tiene presupuesto, como es el caso de la Guardia y la Policía.
Las pintoras dominicanas son muchas hoy día y no pueden faltar Elsa Núñez, Amaya Salazar, Rosa Tavarez, Rosi García, Thelma Leonor, Ada Balcácer, Clara Ledesma, Carolina Cepeda, Belkis Ramírez, Myrna Guerrero…
A Jenny Saville, que nació en Cambridge en el 1970, le tocó batallar contra la imbecilidad del “arte contemporáneo” para imponerse en una obra majestuosa, así como le pasó a Georgia O’Keeffe que tuvo que enfrentar la necedad impuesta por el “Congress for Cultural Freedom”, instrumento de la Guerra Fría, o a Frida en época en que los muralistas eran todos hombres de la efervescencia de la Revolución Mexicana de principio de siglo XX.
De los chinos, rusos, Oriente en general, se cortó adrede o apota, toda información política y cultural. Aunque en Occidente conocimos a Berther Morisot y a Mary Cassat del movimiento impresionista, nadie supo de Zinaída, escondida por la esa odiosa campaña con un peso ideológico discriminatorio.
Con una inauguración sencilla y con la participación de los alumnos de la Scuola d’Arte Lionardo, reivindicamos el Arte fuera de cualquier clasificación religiosa, racial, política o de género. La exposición se presenta al aire libre y para todo público, incluyendo a los tabaqueros, y los diferentes clubes de chismoso.
Se impone hoy día, el rescate de la enseñanza del arte, que siempre ha sido un instrumento de bienestar y armonía en cualquier sociedad.
La razón de ser de cualquier Ministerio de Cultura, de cualquier país, es contribuir a la creación de escuelas de pintura, música, teatro, baile, canto, carnaval, literatura, pero no de concón, empanadas, guanimo, bacalaíto, pasteles en hoja, jalao, casabe, niño envuelto, ni tostones.
Florencia, en el Renacimiento, fue hermosa por los artistas. China crece económicamente, pero sin olvidarse del arte.
Una sociedad que tiene el arte como eje de su accionar, es más armoniosa y más pacífica aparte de que trae a la gente a la realidad real.