Ann Mercedes
La propuesta escénica “Selva de Cemento”, bajo la dirección de Jean Manuel Santana y con la dramaturgia de Pamela Herdiz, se erige como una exploración valiente y descarnada sobre la degradación humana en condiciones extremas, evocando el teatro de la crueldad de Antonin Artaud por su capacidad para provocar y perturbar al espectador desde el primer momento.
Lo primero que llama la atención de este montaje es cómo logra transportarnos al universo de una cárcel mixta sin recurrir a los típicos clichés visuales.
Nada de rejas ni uniformes carcelarios; en su lugar, nos encontramos con una escenografía dominada por prendas de vestir distribuidas estratégicamente por el espacio, creando una poderosa metáfora visual que recuerda a las instalaciones de Christian Boltanski sobre el deterioro, la transformación y la adaptación humana.
La obra arranca con una imagen que difícilmente olvidarán: una joven arrastrando lentamente una cuchara mientras se escuchan aullidos de perros en la distancia.
Este inicio, tan simple como inquietante, establece perfectamente el tono perturbador que acompañará toda la representación, evocando el teatro del absurdo de Samuel Beckett y su capacidad para transmitir tensión a través de acciones mínimas cargadas de significado.
“Selva de Cemento” no tiene miedo de adentrarse en terrenos espinosos. A través de una fusión acertada de drama y comedia negra, aborda temas como la violencia institucionalizada, el abuso de poder, la salud mental cuando se vive al borde, los dilemas éticos y la resistencia humana frente a la adversidad.
Los oficiales policiales representados ofrecen un contrapunto interesante que enriquece la reflexión sobre las complejas relaciones y abusos que se establecen en estos entornos.
En cuanto al ritmo, la obra juega constantemente con los contrastes. Hay momentos donde varias acciones ocurren simultáneamente, recreando la naturaleza caótica del ambiente carcelario, con una fragmentación escénica que genera múltiples puntos focales en el escenario.
Si bien estos momentos de mayor densidad escénica reflejan adecuadamente la intensidad del entorno, tambien generan una sobrecarga sensorial que dificulta la concentración. Sin embargo, la riqueza del texto dramático equilibra estos momentos, creando una experiencia teatral de múltiples capas.
Uno de los aspectos más satisfactorios fue el uso creativo de elementos escenográficos sencillos. Los cajones o guacales adquieren diferentes significados a lo largo de la representación, enriqueciendo el lenguaje visual de la obra con evocaciones del teatro pobre de Jerzy Grotowski, donde los objetos cotidianos se transforman en poderosos símbolos.
La utilización de una escoba dirigida hacia el público, aunque genera un impacto inmediato, podría integrarse de manera más orgánica con la acción dramática central para potenciar su efecto simbólico sin interferir con la experiencia del espectador.
Con un elenco de catorce intérpretes, quiero resaltar la mujer tuerta, un personaje construido con admirable profundidad, capaz de comunicar emociones complejas incluso desde el silencio, aprovechando magistralmente el potencial de la comunicación no verbal, en una interpretación que rememora el expresionismo físico de Pina Bausch.
El personaje de Sasha destaca por su interpretación particularmente intensa, revelando niveles de complejidad psicológica que ayudan a entender las circunstancias que la llevaron a prisión, con ecos del realismo psicológico de Stanislavski.
Coco, por su parte, muestra una evolución fascinante a lo largo de la historia, pues, aunque comienza con cierta timidez, va ganando presencia y fuerza conforme avanza la trama, transformándose gradualmente en un pilar fundamental de la obra.
En cuanto a los aspectos técnicos, el diseño sonoro contribuye eficazmente a crear la atmósfera necesaria, aunque en ocasiones recurre con excesiva frecuencia a gritos y estridencias que, si bien reflejan la brutalidad del entorno carcelario, terminan por saturar.
La música, sin embargo, acompaña acertadamente el desarrollo dramático, con momentos que evocan las composiciones disruptivas de John Cage. La iluminación, por su parte, logra crear atmósferas precisas que potencian la narrativa visual, acompañando con sensibilidad los momentos claves, con un uso de contrastes y sombras que enriquece la experiencia escénica.
Está obra representa un esfuerzo notable por parte de este colectivo independiente. La dramaturgia de Herdiz consigue transmitir una reflexión profunda sobre las estructuras sociales que nos aprisionan, literal y metafóricamente.
La obra plasma con maestría la complejidad psicológica de personajes que perseveran en circunstancias extremadamente difíciles, recordando las representaciones de la marginación social del teatro latinoamericano contemporáneo, especialmente los trabajos de Arístides Vargas.
“Selva de Cemento” es una propuesta teatral que se atreve a explorar las zonas más oscuras del sistema penitenciario, utilizando una estética cruda y, por momentos, grotesca.
A través de una puesta en escena intensa, que no teme mostrar la brutalidad ni la fragilidad humana, la obra nos sacude y nos confronta con la degradación que ocurre en contextos de encierro extremo.
Pese a sus altibajos, logra mantenernos en tensión y nos deja con una reflexión incómoda pero necesaria sobre la realidad carcelaria.