María Aurora Martínez Rey, doctora en informática y profesora de CEF Santo Domingo, indicó que prohibir ChatGPT en las aulas no tiene sentido, más bien es necesario preparar a los estudiantes para los modelos productivos del futuro cercano.

Los programas de inteligencia artificial generativa, cuyo ejemplo más visible es ChatGPT, cambiarán la manera en la que se organizan las empresas, en especial la forma en la que se distribuye el trabajo, hecho que puede significar la oportunidad de liberar a las personas de tareas repetitivas, con fines de poner el enfoque en procesos productivos de mayor valor agregado, productos y servicios que nos hacen más humanos.

Este criterio lo suscribe María Aurora Martínez Rey, investigadora en inteligencia artificial y profesora de CEF Santo Doming.

“Cuando surgieron los trenes de carbón, millones de criadores de caballos entraron en pánico, puesto que pensaron que las nuevas máquinas les arrebatarían sus actividades económicas. Por perspectiva histórica sabemos que quienes se vieron afectados al principio se adaptaron a nuevas formas de producción”, declaró la docente universitaria.

En ese sentido, la doctora Martínez Rey explicó que si se hace posible que entes artificialmente inteligentes redacten informes viables a velocidades imposibles para los humanos, encima con todas sus fuentes y contrastes, es natural que quienes se dediquen a esas actividades teman la posibilidad de caer en la irrelevancia, pero la perspectiva histórica enseña que siempre es posible adaptarse. “Antes de la imprenta, había personas que escribían a mano los libros, una vez se automatizó la reproducción de ejemplares, aquellos escribas se reinventaron para ser escritores, editores y revisores de obras literarias”.

La profesora también manifestó que los sistemas que están asombrando al público se corresponden con la inteligencia artificial generativa, una herramienta de deeplearning o aprendizaje profundo en la que se hace uso de grandes volúmenes de datos que entrenan un sistema. Dicho sistema aprende por sí mismo en el marco de esa gran base de datos y toma patrones de ellos. El renombrado ChatGPT es un ejemplo de esa clase de programas informáticos.

Sobre la aplicación académica de estas tecnologías nuevas, Martínez Rey señaló que prohibir ChatGPT en las aulas no tiene sentido, puesto que los estudiantes podrán utilizarlo fuera. “Más bien, el reto es delimitar qué provecho puede sacarse del sistema, de modo que sea una herramienta al servicio del aprendizaje de los estudiantes. Por ejemplo, sería un buen apoyo en clases de redacción o elaboración de ensayos, porque es bastante bueno en ese sentido”.

Lo que plantea la profesora es que si la herramienta ya existe y se aplica en las oficinas, cuando los estudiantes salgan a trabajar, serán mejores profesionales si ya dominan las herramientas apuntadas en la tendencia de la inteligencia artificial generativa.

“Sin embargo, los legisladores a nivel global deben esforzarse en desarrollar normas que mantengan la ética y protejan a los ciudadanos del uso malintencionado de esa clase de programas. En eso es necesario trabajar con más ahínco y compromiso”, concluyó.

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