Vinieron al país como voluntarias y se enamoraron de la cultura local, de su gente, su calor y estilo de vida

Friederike y Alice, dos jóvenes alemanas de 19 y 20 años, llegaron a la República Dominicana hace 11 meses, a través de una organización que se dedica a llevar voluntarios a países en proceso de desarrollo. Ellas ya sabían que querían venir a Latinoamérica, pero la fundación La Merced, fue la que las cautivó y las trajo hasta Quisqueya la bella, con una cultura totalmente divorciada de la de ellas.

Las jóvenes hoy viven en Santo Domingo Oeste, con familias dominicanas, empapadas y rodeadas de todo lo que incluye la cultura de este país, como su música, su comida y especialmente la forma de hablar de los dominicanos. Además, trabajan como voluntarias en la Fundación La Merced que ofrece educación complementaria a niños expuestos al trabajo infantil en el Batey Bienvenido.

Según revelaron en una entrevista para elCaribe, al principio no fue fácil tener que despegarse de su cultura y sus familias para tener un nuevo estilo de vida, aunque tampoco fue difícil adaptarse a la calurosa dominicanidad.

“Tomé clases de español en Alemania, pero cuando vine casi no entendía nada porque el dominicano es otra cosa y nosotras aprendimos castellano. Pero ya nos acostumbramos y hablamos así”, es una de las primeras anécdotas que comparte Friederike, de 19 años, quien descubrió en este viaje que le gusta la bachata y el hecho de que puedes escucharla mientras vas por la calle.

Alice, por su lado, comenta que este viaje le ha dejado muchos aprendizajes, uno de ellos, descubrir que el mundo es más grande de lo que ella pensaba.

“No solamente se trata de enriquecer la vida de los otros, sino nuestra propia vida, porque yo les enseño a los niños lo que yo sé, pero también aprendo demasiado y diría que el voluntariado es como una etapa de la vida que tiene muchas curvas, porque es cierto que necesitas un tiempo para acostumbrarte, porque las culturas son diferentes, estás viviendo con otra familia, estas independiente, pero de aquí aprendí que el mundo es más grande de lo que yo pensé”, dice Alice.

Ambas jóvenes se han quedado cautivadas con las playas, las montañas y los campos dominicanos. El calor de la gente de aquí y su cercanía. “Aquí todo es un poco más abierto, las casas y también las mentes de las personas. Se puede gritar’ hey vecino’, y todo eso no se hace en Alemania, todo el mundo está en su mundo. En Alemania no es como que cuando tú vienes a la casa tienes a los niños de la calle saludándote después de un día en el trabajo, eso me encanta, no sé cómo explicarlo”, señala Friederike.

Por las razones mencionadas, las jóvenes indicaron que ahora tendrán que pasar un proceso para volver adaptarse a su cultura natal. “Yo no me siento preparada a ir a Alemania de nuevo porque cuando ya estás tan acostumbrada en una cultura que es muy diferente a la alemana, no sé cómo vaya a ser”.

Han decidido que van a estudiar

Es una experiencia enriquecedora para ambas, más allá de conocer sobre otra cultura, también aprendieron a ser más independientes e incluso aclararon sus dudas con respecto a las carreras que estudiaran una vez regresen a su país.

En el caso de Friederike, quien pensaba estudiar medicina antes de hacer el voluntariado, cambió de opinión al conocer la realidad de muchos en la República Dominicana. “Ahora quiero estudiar derecho porque también vi que hay mucha gente que no saben de sus derechos y cuando una persona lo estudia puede ayudar a los que no saben de leyes. Creo que este año influyó mucho a mi decisión”.

Alice confirmó que su carrera sería psicología y durante su estancia en el país aprendió con las psicólogas del centro, dando seguimiento a las familias de los niños y visitando sus casas. “Eso fue realmente fue una experiencia muy enriquecedora”.

Felices con la experiencia indican que sin dudas recomiendan a otros jóvenes de su país que también la vivan, ya que con la misma pueden aprender muchas cosas, entre ellas valorar los privilegios con los que viven en Alemania según señala Friederike. “Nunca me di cuenta que tener agua en la llave es algo que no todo el mundo lo tiene. Yo lo había pensado, pero vivirlo, es otra cosa”.

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