Las madres que emigran hacia otras tierras se enfrentan a muchos retos, y más cuando no tienen familia allí

En el reino animal, una leona siempre cuida a sus cachorros con fiereza de los peligros que les acechan, tanto en su propio entorno, como en ese ambiente desconocido, pero al que tuvo que emigrar.

Algo similar ocurre en la raza humana, específicamente en el caso de mujeres a quienes en más de una oportunidad se les ha puesto a prueba en su instinto maternal; ese que mueve a alimentar, cuidar y proteger a sus criaturas en cualquier circunstancia, aún cuando se vean forzadas a echar raíces en otros suelos, como es el caso de la madre inmigrante.

El análisis es de la psiquiatra Mirta Castillo, quien expresa que esa madre, es “la que le tocó traer, además de una sencilla maleta, su más valiosa carga; esa madre que incluye a todas las que con motivos diversos tuvieron que moverse a un país diferente al suyo, con la única finalidad de arraigarse en su nuevo hogar, donde pudieran hacer vida y sacar adelante a sus hijos, velando por su seguridad, educación y su porvenir”.

La terapeuta explica que algunas de esas madres tienen miedos ocultos ante lo que les depara el futuro, como es el caso de dos de ellas, cuyas identidades se reservan.

Por ejemplo, a quien llamaremos M. V. confiesa que: “Me pregunté por qué empezar de nuevo…por qué elegir como refugio la temerosa soledad del emigrante…”. Mientras que, a quien apodaremos I.C., muy optimista dice que una madre inmigrante es “una mujer con mucha determinación, que sin importar la seguridad que le puede ofrecer su país, busca su estabilidad y crecimiento atravesando fronteras…”.

Castillo afirma que son muchas las historias detrás de cada madre que se abre camino en un lugar distinto, en donde su única familia puede ser otro paisano o quizás un vecino que tan bondadosamente le ha tendido una mano.

“La vida les muestra otros retos, como los que viven las madres de Ucrania con sus hijos a cuestas, huyendo del horror de una invasión absurda. Las madres de algunos países del África que no ven otro modo de darles el sustento a sus hijos, sino que deben esperar por la acogida humanitaria de algún país europeo; o nuestras madres hispanas, que buscan consuelo y un modo de vida mejor en otro lugar del continente más privilegiado que del que proceden”, subraya Castillo.

La psiquiatra que tiene su consulta en el Centro Vida y Familia ejemplifica que esas madres andan por todas partes, te las encuentras en la esquina de un semáforo vendiendo chocolates o alguna otra mercancía que les garantice el pan del día a día.

“Es la doméstica que atiende tu casa y te cuida los niños enjugándose una lágrima cuando se imagina al suyo; es quizás la que vende empanadas y mientras lo hace te regala una sonrisa; o la que atiende en un puesto de comida rápida o te trata amablemente mientras pretende que le compres el producto de una tienda, etc”.

La psiquiatra Mirta Castillo.

Ellas desean solo una cosa: seguir presentes en la vida de sus hijos, con su valentía a toda prueba. “En cuanto a la llegada de esa madre inmigrante a esta bella tierra de Quisqueya, hago propias las palabras de otra madre que dice: “Agradecida siempre de este hermoso país que nos abrió sus puertas y nos ha dado muy buen trato”…Y en esa gratitud se engloba toda la nobleza de esas madres, que sienten como suya la tierra que le enseñó a echar raíces nuevas…”, finaliza.

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