Factores culturales, sociales y biológicos explican por qué muchos hombres evitan buscar ayuda profesional
Por años, las estadísticas revelan que los hombres cometen más actos suicidas que las mujeres. Para el psicólogo Ramón Emilio Almánzar, esta tendencia tiene raíces profundas en la forma en que socialmente se ha construido la masculinidad. Desde temprana edad, muchos niños crecen escuchando frases como “los hombres no lloran”, una sentencia que funciona como un mandato emocional que prohíbe la vulnerabilidad.
Reprimir el llanto, contener el miedo y negarse a mostrar tristeza se convierte en una regla de vida. El resultado son hombres desconectados de sus emociones, incapaces de reconocer su propio sufrimiento y con grandes dificultades para pedir ayuda.
“Esto ocurre con mucha frecuencia por la construcción de la masculinidad/machismo aprendido, de que son ‘el sexo fuerte’, esto no contempla aceptación de ‘vulnerabilidades’ emocionales”, explica Almánzar. Lo que le impide a muchos hombres reconocer, aceptar y tratar sus problemas emocionales.
Además de los factores sociales y culturales, Almánzar destaca que existen elementos biológicos que también inciden. “Se ha demostrado también que la carga de testosterona en los hombres es mucho más alta, y el aumento de esta hormona, ligado con otras hormonas como el cortisol, pueden activar impulsos que no se activan de la misma manera en las mujeres, lo que propicia reacciones más autoagresivas en ese sentido”.
Además, el especialista, que tiene consulta en Centro Vida y Familia, advierte sobre los peligros de negar la realidad de un problema emocional o mental. “Una cosa es que la ideología machista haga pensar a un hombre que es invulnerable, y otra es la realidad de lo que implica un problema de salud para ese hombre, que obviamente si no lo trata se va a profundizar mucho más, hasta volverse un problema crónico”.
Esta represión emocional no solo afecta al hombre individualmente, sino también a quienes lo rodean. “La represión emocional crea distorsiones a nivel mental, por lo que de igual modo habrá interacciones disfuncionales direccionadas por dichas distorsiones mentales”.
Aunque muchos hombres no verbalizan su malestar, su cuerpo y comportamiento sí lo hacen. Almánzar señala que “la sintomatología puede ser variada: ansiedad, estrés, irritabilidad, mal humor, conducta verbal inapropiada, insomnio, alteraciones del ánimo, interacciones disfuncionales con los miembros de la familia, cambios repentinos de humor”. Esta realidad plantea un enorme reto para la sociedad. ¿Cómo educar a los niños para que entiendan que también tienen derecho a sentir, llorar y pedir ayuda?
El resultado de no acudir a la consulta
La idea del “hombre fuerte” es dañina y peligrosa. Hace que los hombres minimicen su sufrimiento, lo oculten o lo transformen en ira. Y cuando por fin deciden pedir apoyo, muchas veces es cuando las cosas están muy deterioradas. Según el especialista: “Esto es un tema muy difícil, porque hasta tratar de hacerles entender que busquen ayuda, los puede irritar y terminar en un conflicto. Generalmente los hombres buscan ayuda cuando las cosas ya están muy deterioradas”. Esto revela que las personas cercanas como la pareja, familiares o amistades, pueden encontrar rechazo al trtar de brindar apoyo. La sola sugerencia de acudir a terapia puede ser percibida como una ofensa.