¡…Y a Dios que me perdone!

Toribio Sosa (Johnnie Mercedes) conoce al dedillo cómo reunir dinero en una noche de chantaje policial. Como raso que es, no se deja vapulear por la enfermedad catastrófica de su esposa. Él es síntesis de miles de policías que viven el drama…

Toribio Sosa (Johnnie Mercedes) conoce al dedillo cómo reunir dinero en una noche de chantaje policial. Como raso que es, no se deja vapulear por la enfermedad catastrófica de su esposa. Él es síntesis de miles de policías que viven el drama de ser pobre en RD, una desgracia con un “sueldo cebolla” al que se le agregan las desdichas del día a día por aquello de que al pobre todo se le pega menos dinero. El policía coexiste con sus víctimas y vive de ellas, una relación simbiótica que caracteriza a la sociedad dominicana desde que la P.N. fue creada en la Era de Trujillo. Un “cuerpo del orden” que no hay reforma policial que acabe con su existencia, porque, de hecho, viven en un ambiente de franca corrupción secular: abuelo ladrón, bisabuelo antipatriota, tatarabuelo anexionista. Ha echado raíces profundas, es hábito, cultura constitucional. Y así es como el filme repite clichés ya dominados por el sentido común. Esto hace dudosa su eficiencia política y cualquier impacto emocional. De bueno tiene que muestra todo el paroxismo de violencia y corrupción que vivimos. Sí, es así como son los trapicheos de la P.N. Hay sus excepciones, pero apenas confirman lo que es. Y eso no lo va a cambiar una reforma policial, ni dos, ni mil. Y tampoco el cine. Lo que sí puede hacer un cineasta honesto y valiente de las credenciales de Ángel Muñiz es meterse a hacer películas que orienten, nos hagan pensar, nos digan cosas que no sabemos, que nos interpreten la realidad mediante la narrativa y la estética del cine para saber a qué vainas atenernos. No hacer eso que viene produciendo y que es engañarse y confundirnos a todos, como este caso, donde la arquitectura audiovisual no instala en la cabeza del espectador “su” visión de los personajes y la realidad lacerante. Y es que el universo del filme no llega, no provoca. Las actuaciones no llegan, no causan empatía. El guion y la dirección se apoyan en muletas del blockbusters: tiroteos, explosiones, acción, con fuerte apelación a la estética del videoclip. Y ni así encanta. Faltó lo esencial en el filme, aquello de que para los corruptos es progreso lo que para nosotros es obvia y repugnante corrupción. (Es lo que indigna, esa impunidad). 

HH Guion y Dirección: Ángel Muñiz. Género: Drama policial. Duración: 104 minutos.

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