En otros artículos publicados en esta columna, me he referido a la escuela como escenario en el que convergen actores diferentes, creencias, costumbres y gustos diferentes, lo que hace de ella un espacio multicultural.

En esta ocasión se abordará el tema de la diversidad religiosa, un tema muy polémico. Si bien es cierto que entendemos la diversidad religiosa, este entendimiento se ve nublado en la medida que las creencias del otro chocan directamente con las nuestras.

Motiva la escritura de este artículo, la lectura reciente de un libro iluminador en esta materia: Identidades asesinas, de Amin Maalouf, escritor franco – libanés. En la introducción, el autor declara que su libro es “una denuncia apasionada de la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en nombre de una etnia, lengua o religión”.

Otra razón que genera el interés en escribir sobre el tema fue la reciente visita que hice a un centro educativo en el marco de mi trabajo como acompañante, donde tuve la desagradable experiencia de ver dos estudiantes extranjeros que al momento de realizar un trabajo colaborativo tuvieron por fuerza que unirse entre ellos.

Por ello, apelaré a los argumentos de Maalouf, para provocar la reflexión en torno al cultivo de la tolerancia, abrazo a la diversidad: diferentes colores de piel y creencias religiosas desde la escuela, pues al preguntarle a unos cuantos alumnos por qué no trabajaban con sus compañeros obtuve como respuestas “profe, esa gente no cree en Dios (…)” cosa que lastimosamente me invita a preguntar ¿Qué hace la escuela ante esta situación y se ha percatado al menos de la envergadura de esto que parece un comentario simple, pero cargado de rechazo.

Finalmente, en artículos futuros estaré desarrollando de forma más amplia el pensamiento de Maalouf en el ámbito escolar como espacio para el fomento de la paz y la convivencia.

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