Yo era director regente del emblemático Liceo UFE en Santiago de los Caballeros. Institucionalmente, hicimos un acuerdo de colaboración formativa con una organización colegiada que, para nuestra ciudad, la representaba el Instituto de Desarrollo Integral Leonardo Da Vinci. En una comunicación que nos enviaron nos solicitaban prestar nuestro teatro para una conferencia con Angel Villarini, planeada para profesores de Educación Cívica del Distrito 08-05, Santiago Centro Oeste. Esa comunicación traía, además de los nombres de todas las instituciones que formaban el organismo colegiado, una cita del profesor Villarini. A decir: “Para Hostos la finalidad última del ser humano se cumple en la moral, pero el que la humanidad alcance una existencia plenamente moral solo es posible con la educación, mediante el establecimiento de un orden social fundado en el derecho y el sentido del deber de un pueblo como conjunto de personas autónomas” (Villarini, 2010, p. 11).

A partir de esta experiencia, participé como facilitador en un diplomado de Educación y Constitución, fui becado por el Centro Franklin de los Estados Unidos para hacer estudios de cuarta generación sobre Cívica y Ciudadanía y ahí inició mi contacto con este símbolo del compromiso ciudadano, instrumento de participación en el que descubro que el 27 de enero cumplí 25 años de formar parte de los equipos de ciudadanos comprometidos con el empoderamiento ciudadano, acción que se coronó con la obtención del Decreto 252-05, del 18 de abril de 2005, que institucionalizó el 29 de abril como Día Nacional de la Ética Ciudadana en honor al mandato presidencial de Ulises Francisco Espaillat, quien tomó posesión un 29 de abril de 1876.

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