Las buenas acciones son como los buenos sentimientos, nos deleitan, satisfacen y proporcionan un bienestar inigualable, porque la sensación de estar en lo correcto serena y llena el alma.
Es gratificante y hace mucho bien, ser amable. Con ello, estimulamos apoyo, simpatía y creamos un vínculo de confianza y familiaridad, entre quienes lo ofrecen y a quien favorecen.
En cambio, ser cruel es una mala actitud que crea malestar, molestias, problemas psicológicos y emocionales y, reconozcámoslo o no, nos dejan un sabor amargo.
Ya lo dijo el sabio Salomón: “Tu propia alma se nutre cuando eres amable, más se destruye cuando eres cruel”.