Democracia autoritaria parece un contrasentido. Se supone que un pueblo no elegiría a alguien para ejercer autoritariamente el poder, que haber sido elegido democráticamente implica un ejercicio liberal. Pero la experiencia indica que autoritarismo y democracia no son mutuamente excluyentes. Ahora tenemos en Brasil el caso de un candidato con perfil autoritario o hasta algo peor, discurso propio de fascistas, y que resulta tiene grandes probabilidades de ser el nuevo presidente brasileño, el ex militar Jair Bolsonaro. Dijo incluso odiar la democracia pero, irónicamente, la usa para ascender al poder. Un pueblo puede tener efectivamente reflejos antidemocráticos y aquí tenemos otro ejemplo de eso. El ideal en ese caso es que el elegido evite el extremo de la dictadura.

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