Hillary Clinton es una abogada, politóloga y conferencista estadounidense que casi gana las elecciones de su país en el 2016 (pudo haber sido la primera mujer en lograrlo). Ha ocupado los cargos de secretaria de Estado, senadora de Nueva York y primera dama (y no cualquier primera dama, porque fue la primera en llegar con posgrado universitario y con una importante trayectoria profesional).
Se distinguen sus luchas para obligar a los empleadores a cubrir los gastos de salud de sus empleados, garantizar un seguro médico a todos los niños, convencer a las mujeres de hacerse mamografías, y evitar la violencia de género y la discriminación en países islámicos (esto último, de forma sumamente cautelosa, claro). Ganó un Grammy por la versión hablada de un libro que escribió.

Sigue casada con el expresidente Bill Clinton, a pesar de sus escandalosas infidelidades. Su estoicismo en el manejo de una de ellas (sobreponiendo su amor por él y su complicidad profesional a su rabia) contribuyó a aumentar su popularidad. Sus oponentes, sin embargo, estaban convencidos de que su “amorosa lealtad” no era más que un gran interés por seguir escalando en la política. De hecho, lo logró.

Ahora mismo no desempeña ningún cargo público y está muy involucrada en las actividades “humanitarias” de la Fundación Clinton, a la que también pertenecen su marido y su hija.
Tanto ahora como antes, su paso por cualquier oficina ha despertado suspicacia, y se la ha investigado muchas veces. En 1993, por ejemplo, su marido y ella se libraron a duras penas de ser sometidos por presionar a que se les diera un préstamo ilegal (esto se conoce como la controversia whitewater).

Cuando era secretaria de Estado borró 33 mil emails, que la hubiesen podido implicar en el tráfico ilegal de armas. Y se le acusó de usar su poder para recibir donaciones para su fundación. También se dice que desde esa fundación le ha lavado el dinero a los dictadores comunistas Castro y Chávez, y a otros delincuentes de Latinoamérica como los Kirchner, Lula, y los miembros de las FARC. Y que ha llevado a cabo negocios ilícitos (y muy lucrativos) en Haití, disfrazados de intenciones altruistas. Los conservadores la repudian de mala manera por haber promovido el aborto (o más bien asesinato) a los 9 meses de gestación. Parece que los adversarios de esta señora (aquellos que la tildaron de calculadora y maquiavélica cuando “perdonó” al marido para salirse con la suya en el ámbito político) no estaban muy lejos de lo cierto.

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