Nuestro piso superior tiende a ser más complejo de la cuenta. El cerebro humano comanda lo que sentimos. En él se van creando conexiones que comandarán de manera automática nuestra vida.
Cuatro centros de nuestro cerebro tienden a manejar las situaciones. Uno más que los otros, dependiendo de cómo somos programados. Sí, es una programación. Por una parte, la que nos van poniendo intencionalmente; por otra, la que vamos adquiriendo. No entraré en más detalles al respecto, es bien profundo y aquí tenemos las palabras contadas.
En resumen: Las conexiones se hacen atendiendo a todo lo que nos pasa y, acorde con nuestro temperamento, las vamos fijando.
Miedos, castigos, recompensas y placer; estos son los centros. No trabajaré aquí los primeros dos, me referiré principalmente al tercero y un poco al cuarto.
Cuando el centro de los placeres es el que domina nuestras reacciones, tendemos a buscar recompensas para hacer cualquier cosa. Soltamos dopaminas cuando sentimos que una recompensa será recibida… ojo, nos dopamos con la acción que nos llevará a la recompensa. Esta hormona y neurotransmisor, una de las catalogadas como hormona de la felicidad, nos lleva al estado de motivación.
Una vez recibimos la recompensa la amiga “Dopa” se recoge, bajando la motivación y la emoción llamada alegría. En ocasiones, es sustituida por endorfina, que mantiene la alegría activa. Pero, pronto pasará.
Como es tan sensacional sentir alegría, buscaremos una nueva recompensa para que Dopa se riegue en nuestro cuerpo, llegando a convertirse en un círculo vicioso.
–¿Qué tiene de malo, Diego Sosa?
El gran problema es que no podemos obtener tantas recompensas. Lo que sí podemos es hacer las cosas por placer. El placer de hacer el bien sin mirar a quien nos riega dopaminas. Al igual del conocido placer por el deber cumplido, etc.
Programarnos con el centro de los placeres más activo nos llenará de alegría más frecuentemente y por mucho más tiempo.
¿Puedes hacer algo hoy sin esperar nada a cambio? Disfruta las alegrías que esto te entregará.