La gente simple nunca imagina que a una figura como un jefe de Estado lo alcanzará una enfermedad contagiosa, y mucho menos la COVID-19, frente a la cual se recomiendan como medidas de protección como el distanciamiento y taparse la boca y la nariz con una mascarilla. La generalidad de los gobernantes por la naturaleza y dimensión de sus funciones son resguardados por un muro de seguridad, que los aleja de la gente. Eso es regla de oro. Y lógicamente sorprende cada vez que un jefe de Estado se contagia, como ha sido Jair Bolsonaro en Brasil o Boris Johnson en Inglaterra. Y ahora Donald Trump, y los tres presumen de duros. La Covid-19 no discrimina.

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