No hay seres más “sabrosos” y complacientes que los políticos. Cordiales y sonrientes, saludan y abrazan a ciudadanos sudorosos y hasta mal olientes, comen de pailas, chicharrones, pastelitos y hasta “perros calientes” en público, cruzan ríos con todo y zapatos, no respetan “pinta” para tomar café en cualquier recipiente, prometen de todo y nunca dicen que no. El rompecabezas comienza para sus seguidores después de las elecciones. Cambian los números de teléfonos, fingen la voz para tomar una llamada, se esfuman de sus pueblos y cuando por “accidente” toman una llamada y se dan cuenta que es un “pobre diablo”, contestan, con simulado asombro: “Aló, aló, no se escucha…se cayó la llamada”.

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