En Florencia, gente obnubilada por la propaganda por lo de Ucrania, pretendió derribar una estatua del legendario escritor ruso Fedor Dostoievski, lo que fue impedido por el alcalde: “Hay que condenar a Putin, no a la cultura rusa”, le dijo. Absurdos similares están ocurriendo en el mundo (la universidad de Milán, que debería ser bastión de la libertad de expresión, canceló un curso precisamente sobre Dostoievski). Esto nos llega a la mente por la decisión de EE.UU de aislar a las dos hijas de Putin de su sistema financiero. Son aberraciones inconcebibles, signos de estos tiempos, como la que sufrió Ivanka, la hija de Trump, cuando la universidad de Wichita Tech le suspendió un discurso de graduación por palabras de su padre sobre el caso George Floyd.

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