Lo más lógico es que si la ADP pedía un aumento salarial para los maestros de un 25% y el ministro de Educación ofrecía 7%, se entendiera que era la primera puja de una negociación, y que de ahí en adelante seguirían “pujando”, mientras los estudiantes perdían horas de docencia con las movilizaciones y paros del gremio. Como si se tratara de una empresa que negocia con su sindicato, Educación elevó su oferta a 10%, a lo que ripostó la ADP sin que trascendiera el porcentaje, aunque hay que suponer que fue 12.5 %. Eso en una negociación fuera lo normal, si de por medio no estuvieran negociando con el 4% del PIB, un dinerito ajeno que no pertenece a ninguna de las dos partes.

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