Lo último que le podía pasar a Venezuela está ocurriendo: escasean los combustibles, y especialmente la gasolina. En el riquísimo país de las mayores reservas petroleras, donde se compraban los derivados más baratos de todo el mundo, hay escasez de esos bienes. Primero fueron los apagones, algo desconocido en las viejas generaciones venezolanas, ahora los carburantes. Las refinerías en baja, y Cardón, la más grande, está cerrada desde el 15 octubre. Todo eso, en medio de una inflación astronómica, con los salarios deteriorados, sin capacidad de compra y escasez extendida de alimentos. Todo eso en nombre de un socialismo fallido, combinado con la ineptitud de que hacen gala los gobernantes liderados por Nicolás Maduro. Pobrecitos.