La palabra quilombo tiene un origen africano, proviene del dialecto quimbundu, que se hablaba en Angola, y significa aldea o campamento. Llega a Latinoamérica con los esclavos que poblaron las plantaciones de café en Brasil, los cañaverales caribeños y otros lugares.
En Brasil se usaba para nombrar a los asentamientos que se formaban en la selva donde se agrupaban los esclavos que escapaban de los cafetales y de las “fazendas”. Posteriormente pasa al Río de la Plata para incorporarse al lunfardo de los barrios bajos, considerado de mal gusto por las clases altas. Su significado en este caso es lupanar o prostíbulo, pero también se usa como sinónimo de lío, pelea, enfrentamiento, discusión o desastre: “Se armó un quilombo en la cancha”, “la mujer lo vio con la otra y le hizo un quilombo”…
La palabra despelote, muy usada en Argentina y Uruguay, se origina en el verbo reflejo despelotarse, que significa quitarse la ropa, pero esa acción de “despelotarse” que origina el sustantivo “despelote” se usa también en sentido figurado como sinónimo de lío, desorden y hasta para referirse a escritos o discursos complicados, como los pizarrones llenos de fórmulas químicas o matemáticas, o los escritos filosóficos de Kant, por ejemplo.
Ambos términos, quilombo y despelote, hasta ahora se consideran “malas palabras”, obviamente por su alusión al desnudo o al tráfico sexual según sea el caso, pero si tenemos en cuenta que algunas de sus acepciones no tienen un carácter eminentemente pornográfico no debiera combatirse su uso, al menos eso es lo que aconsejan algunos lingüistas y hasta profesores de literatura del nivel medio o bachillerato.
Pipirijaina en cambio, significa compañía de cómicos de la legua, es un término medieval castellano, que se refería a esas agrupaciones de saltimbanquis, payasos y comediantes que recorrían la España feudal de pueblo en pueblo con sus espectáculos.
En la República Dominicana actual, lo más parecido a una pipirijaina suele darse en las campañas electorales, cuando los candidatos recorren los poblados y organizan actos, llevan a bachateros y merengueros, reparten fundas de mercaderías, y en esos repartos se arman despelotes y quilombos entre la gente que se pelea por el “dao” y grita “¡Dame lo mío, cxñx!”.