La intervención de ayer del presidente Luis Abinader en el Debate General de la Asamblea General de la ONU, fue una pieza oratoria abarcadora que estuvo a la altura del solemne escenario.

De manera categórica, pero sin estridencias, explicó pausadamente las presiones y premuras en torno a la crisis en Haití, y apeló a dos frases lapidarias: “No esperemos a que la próxima advertencia sea crónica de una tragedia anunciada”, y “la historia nos juzgará no solo por las palabras (…), sino más crucialmente, por nuestras acciones en el terreno de la realidad”.

Un aspecto destacable de esta filípica es el contexto en que estuvo inscrita, al llamar la atención sobre una situación que puede desbordar las fronteras de Haití, cuya inestabilidad política y social, y su tragedia medioambiental, derivarían en una amenaza para toda la región.

Es una realidad que torna perentorio que la comunidad de naciones acoja el tema haitiano como de alta prioridad y de permanente seguimiento.

Se puede decir que Abinader dejó la pelota en la cancha de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, al que solicitó acoger el pedido de ayuda de las autoridades haitianas con el envío de una fuerza multinacional porque ellos, por sí solos, no podrán pacificar su país.

Pero no debe haber engaños; si bien la resolución dependería de la comunidad internacional, Abinader dejó ayer bien claro que su principal responsabilidad “es defender los intereses del pueblo dominicano”, algo que en ninguna circunstancia delegaría.

El mandatario dominicano tampoco desdeñó en esa augusta sala los grandes temas de la agenda mundial, como el cambio climático y sus impactos devastadores, el petróleo y los perjuicios a los países importadores que provoca la práctica del control de la oferta, así como la urgente necesidad de crear un mecanismo de financiamiento en condiciones favorables para que los países de renta media puedan enfrentar los retos de los ODS (2015-2030).

En su discurso, que aprovechó para reiterar la candidatura de República Dominicana al Consejo de Derechos Humanos de la ONU para el período 2024-2026, no estuvo ausente un tópico que personalmente ha asumido como bandera, el de la lucha contra la corrupción, punto en el que hizo notar distintos indicadores internacionales que confirman los avances logrados por su gobierno.

Fueron pocos minutos, pero suficientes para exhibir bien alto la enseña tricolor y para que los dominicanos se sintieran dignamente representados.

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