Mientras en días pasados llegaba a nuestras autoridades un desesperado pedido de ayuda de los ganaderos de Valverde y otras provincias de la Línea Noroeste de República Dominicana, ante la sequía que los azota, los noticieros de las cadenas de televisión de Estados Unidos se asombraban ante una Nueva York inundada por las lluvias de la tormenta Ida, que en pocas horas anegó enormes sectores de la Gran Manzana.
Aunque a simple vista ambas escenas muestran cuadros completamente opuestos, porque la sequía que afecta a los ganaderos es recurrente y se repite año tras año, y en cambio parece imposible que la cosmopolita tierra de promisión para muchos dominicanos pudiera inundarse, solo estamos ante dos caras de una misma realidad.

El cambio climático, el calentamiento global, el agujero de la capa de ozono, la deforestación, la emisión de gases contaminantes, la desertificación de enormes áreas boscosas y la muerte lenta de muchos cursos de agua son solamente algunas de las causas de estos fenómenos, con los que tendremos que acostumbrarnos a convivir desde ahora.

No es suficiente la prevención para estos casos porque el desastre sucede en pocas horas y porque las causas estructurales son mucho más profundas que una simple tormenta o un huracán que se repite más o menos cíclicamente.

La degradación del planeta, la deforestación, el deshielo de los casquetes polares, el aumento del nivel del mar, la muerte de los ríos, son una alarma que resuena desde hace años, y son la causa de la sequía que se abate sobre parte del país y de las aguas que inundan Nueva York.

Se necesita insistir, pese a todo, en crear conciencia de un uso responsable del agua, de detener las emisiones contaminantes, cuidar los bosques y parar la extracción de agregados que mata nuestros ríos, pero sobre todo de entender, definitivamente, que cuidar la tierra equivale a cuidar la vida.

Mientras la búsqueda del lucro y la acumulación de riqueza a costa del sacrificio del planeta siga guiando el interés de poderosos grupos económicos de la tierra, más cerca nos encontramos de un mundo sin paisaje, sin humanos, sin ninguna clase de vida.

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