Zonas francas registran el mejor enero de últimos 12 años
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El primer día de mayo Día del Trabajador, es una fecha gloriosa que se conmemora en honor de los trabajadores de la empresa McCormick, de Chicago, reprimidos salvajemente mientras reclamaban una jornada laboral de ocho horas.

En la República Dominicana esa fecha ha perdido significación y solo deja lugar para tímidos actos organizados por centrales sindicales con escasa representatividad y ninguna sustancia real en el seno de los asalariados.

Mientras la cantidad de trabajadores sindicalizados en nuestro país es ínfima, el mayor empleador, el Estado, prohíbe la organización gremial de sus empleados y son contadas las empresas que tienen convenios colectivos.

Por lo demás, la economía de servicio, el desarrollo de la tecnología, el teletrabajo, la proliferación de la informalidad y otros modelos de organización de las empresas también dificultan que los trabajadores puedan organizarse en asociaciones representativas que defiendan sus intereses.

Aunque en el papel República Dominicana consagra la libertad sindical, en los hechos es discutible, pese a que la garantiza el Código Laboral y el país es signatario de los convenios 87 y 98 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Tampoco tiene el empleado el libre albedrío de asociarse dentro de las empresas, pese a que nuestra Constitución en sus artículos 47 y 62 establece la libertad de asociación.

La ausencia de una dirigencia validada y legitimada, cuyos referentes son los mismos de los años 70 y 80 del siglo pasado, ahora más burocratizados, acentúa esa situación de desamparo.

Hay otras cuestiones pendientes, como la modificación del Código Laboral que data de 1992, desfasado y desactualizado, cuyo punto neurálgico para las organizaciones patronales y los trabajadores es la eliminación o no de la cesantía.

No existe actividad más digna que el trabajo honrado en todas sus formas, porque trabajar es transformar la materia para producir bienes y es utilizar esos bienes para producir servicios.

Ganarse dignamente el sustento cotidiano ha de ser la mayor de las honras a las que puede aspirar un ser humano cuya vida se enfoca en el progreso y bienestar de su familia y de sus descendientes.

Y aunque este panorama del Día del Trabajador aparezca nada halagüeño, vaya nuestro agradecimiento a todos los que, desde distintos ámbitos de labores, aportan con su trabajo el granito de arena para el progreso de nuestra patria, a los que con su sacrificio de hoy edifican la grandeza del futuro.

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