Los medios de comunicación concentraron su atención el martes en la masiva demanda de servicios en los hospitales públicos de accidentados durante los días de Nochebuena y Navidad. La asistencia a tantas personas heridas durante esas 48 horas prácticamente desbordó la capacidad de las salas de emergencias en la Capital.

Ese estado excepcional no se produjo en iguales términos en las otras más importantes ciudades, pero los reportes igualmente hablan de un incremento de ciudadanos heridos durante las fiestas.

El informe del Comité de Operaciones de Emergencia (Coe) habla de doce muertos y 515 heridos. La mayoría a consecuencia de accidentes que envuelven aparatos de dos ruedas, los motores.

El sábado, advertíamos sobre la dimensión del operativo de emergencias, la cantidad de personas movilizadas, mínimo 39 mil del Coe, más los despliegues de los servicios de la policía y el Intrant. Como si el país se preparara para un desastre.

Los resultados lamentablemente confirman que estas celebraciones de fin de año dejan tristes pérdidas, sin que se descubran maneras eficientes para evitarlas.

Se trata del uso de medios inseguros de transportación, agravados por el hecho de que esos usuarios consumen alcohol de manera insensata y en estado de estimulación salen a las calles y carreteras.

Hasta que las personas no entiendan que si bien un vehículo es un aparato de transportación, al mismo tiempo deviene en un instrumento peligroso, letal, si no se conduce con el cuidado debido.

Las autoridades se conforman con el dato de que las víctimas descendieron para estos días un 40% con relación al año pasado. Pero sigue siendo un motivo de preocupación y deben hacer los esfuerzos para tratar de evitar estas situaciones.

Es una tarea difícil. Lo sabemos, pero es necesario insistir. Ahora vienen las fiestas de fin de año. Y debe hacerse lo necesario para no asistir de nuevo a estas dolorosas pérdidas que no tienen razón de ser.

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