Culmina hoy una temporada ciclónica que fue anunciada como muy activa para la región del Caribe insular y de las Antillas, pero otra vez el territorio dominicano resultó, en lo esencial, indemne.
Con cada temporada el mal augurio es que, de ser impactados, las consecuencias podrían ser más graves debido a factores relacionados con el cambio climático o la degradación de las zonas costeras.

Pero salvo por la tormenta tropical Fred, que atravesó nuestro territorio en agosto pasado sin percances graves, y por el corre corre debido a las proyecciones meteorológicas que en julio determinaban que el huracán Elsa podría representar peligro para nuestro territorio, no hubo inconvenientes mayores en la temporada que hoy termina.

Qué bueno que haya sido así, porque es lo menos que se desearía entre tantas dificultades acarreadas por la pandemia y la crisis económica.

La suerte, se podría decir, nos ha acompañado durante muchos años, tantos que desde George en 1998 hemos estado bendecidos sin la ingrata visita de fenómenos naturales devastadores.

Si bien salimos bien librados, de esa jornada provechosa se extrajeron valiosas enseñanzas, en especial por el comportamiento diligente de los organismos de socorro ante cada alerta, y porque fueron desnudadas muchas carencias.

Fue encomiable la coordinación interinstitucional, pero fueron muchas las fallas en cuanto a recursos materiales y tecnología en el ámbito meteorológico.

Es patético que República Dominicana no tenga sistemas de radares Doppler para dar seguimiento a los fenómenos atmosféricos y que se necesiten más estaciones automáticas.
Con el paso de Fred tuvimos que auxiliarnos, nuevamente, de recursos de Miami y Puerto Rico.

Otro vacío: los albergues están supuestamente ubicados pero no necesariamente disponibles.

La esperanza es que no se espere a la temporada ciclónica que empieza el 1 junio de 2022 para abordar estas “ausencias”.
Hay que estar preparados con anticipación, garantizar que estén disponibles los equipos y los insumos necesarios y contar con la debida infraestructura.

Esa sería la mejor manera de enfrentar cualquier desastre natural, aunque lo deseable es que si pasa alguno ojalá sea distante de las costas dominicanas o que no nos afecte.

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