Si contáramos desde la decapitación de la tiranía trujillista hasta nuestros días, todos los gobiernos que se han sucedido tienen parte de la culpa por el endeudamiento.
Unos han cogido prestado más que otros; pero todos están marcados.

Es para reírse, o para lamentarlo por las implicaciones del tema para la economía nacional y personal, que cada nuevo gobierno juzga al anterior por el monto heredado, como en el cuento del conejo que trata al burro de “orejú”.

En ese descreimiento hay que sacarles su comida aparte a los políticos que fueron gobierno y que cuando pasan a ser oposición, ni se acuerdan de que cogieron dinero prestado y lo malgastaron.

La astronómica deuda (la del sector público no financiero representaba a febrero pasado un 47.5 % del PIB, con un total de US$50,806.5 millones), fue concertada en diferentes períodos y en muchos de los casos tiene el sello distintivo de la irresponsabilidad.

Se da el caso de que si se dividiera el monto de la deuda entre la población o total de habitantes, estimados en 10.5 millones, a cada dominicano le correspondería un valor aproximado de deuda pública de US$4,834.70.

Duele que si bien la está pagando el contribuyente, no fue consultado ni se ha beneficiado de manera directa, pero es el que sufre las mayores privaciones por la crisis económica global y por los constreñimientos en su economía personal.

Es una realidad que limita enormemente el desarrollo del país porque una apreciable proporción del presupuesto del Estado (más del 21 % de los gastos del Gobierno para 2022), está destinado al pago de intereses y comisiones.

Ejemplifica al respecto, y es evidencia de que trabajamos para “el inglés”, que al 31 de diciembre de 2021 el presupuesto vigente para el servicio de deuda interna a ser ejecutado por el Gobierno Central ascendió a RD$102,319.1 millones (US$1,785.7 millones), de los cuales solo RD$25,869.2 millones (US$451.5 millones) correspondían a pagos de principal y RD$76,449.9 millones (US$1,334.2 millones) al pago de intereses y comisiones.

Mientras tanto el endeudamiento continúa, como si el momento de pagar esos compromisos fuera algo que nunca llegará.

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