José Francisco Peña Gómez fue un auténtico conductor de masas que interpretó los deseos de este pueblo y siempre lo acompañó en la búsqueda de un mejor destino.

Pasiones políticas aparte, Peña Gómez, de cuyo fallecimiento se cumplen hoy 27 años, ocupa un sitial entre los principales líderes de nuestra historia.

De él se decía que era emotivo y que se dejaba atrapar por la acción inmediata, pero existe unanimidad de que su liderazgo fue inmenso.

El país registra, en diferentes épocas, a muchos otros líderes, pero son contados los que conjugaron en sí tantas condiciones de las que caracterizan a un verdadero conductor como las que confluyeron en Peña Gómez, entre ellas capacidad de convocatoria, responsabilidad y arredro personal.

Precisamente, en estos días, a propósito del 60 aniversario de la Guerra de Abril y de la invasión de las tropas de Estados Unidos, fueron enaltecidos sus héroes y mártires, entre los que se destacó Peña Gómez en todas sus etapas, y desde que avisado de que el contragolpe militar para reponer a Bosch en la presidencia estaba en marcha, llamó al pueblo a las calles por la radio. Para hacer eso y ser correspondido por la población se necesitaban, entre otras virtudes, coraje y honor a la palabra empeñada, porque estaba comprometido con la asonada

En Peña Gómez también se aglutinaba otra cualidad del liderazgo, el carisma, ese don, ese ángel, además de que era un trabajador incansable en busca de sus objetivos.

Incluso, tan vapuleado y descalificado por algunos acérrimos enemigos, tuvo otra envidiable cualidad: un fuerte caparazón para contener envidias, traiciones y maledicencias. Ese tipo de líder, con vocación de poder y persistencia además, habrá que mandarlo a fabricar.

Lo recordamos hoy sin entrar, como se acostumbra, en comparaciones de su estatura con la de otros liderazgos históricos, tales los casos de Bosch y Balaguer; en este aniversario de su muerte nos quedamos solo con Peña Gómez.

Lástima que después de tantos años de su desaparición física ni entre sus compañeros de toda la vida, casi hermanos, haya coincidencia mínima de criterio, por lo que se lo dividen en pedazos, para avalar, algo que deberían hacer en común, su grandeza personal.

A veintisiete años de su muerte, cabe rescatar su figura, su compromiso con los destinos de su país, su lucha por una nación más igualitaria y por un mundo mejor, porque fue un internacionalista. l

Posted in Editorial, Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas