La prudencia de RD

La República Dominicana ha pretendido jugar un rol estelar en un mundo en el cual las grandes decisiones son determinadas por los más poderosos, como siempre. Hemos alcanzado peldaños, que ayudan a potenciar las bondades nacionales para las inversiones y como destino caribeño para pasar unos días felices.

La República Dominicana ha pretendido jugar un rol estelar en un mundo en el cual las grandes decisiones son determinadas por los más poderosos, como siempre. Hemos alcanzado peldaños, que ayudan a potenciar las bondades nacionales para las inversiones y como destino caribeño para pasar unos días felices.

En el pasado reciente, en medio del torbellino desatado por la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, la República debió levantar la voz para defender su soberanía y establecer sus políticas sobre nacionalidad y migración.

Fue necesario porque distintos gobiernos pretendían imponer un punto de vista acerca de esa materia, a una pequeña nación que ya sobrepasa los 10 millones de habitantes, con un vecino con una población similar, cuyos habitantes ven la parte este de la isla como su refugio natural. Eliminar el régimen migratorio y singularmente la noción de nacionalidad era radicalmente inaceptable.

Las grandes y pequeñas naciones de la región terminaron comprendiendo nuestras razones, al margen de las políticas dirigidas a solventar la regulación de los inmigrantes mediante la ley 169-14 sobre Naturalización de extranjeros en situación irregular.

Todo eso fue entendido como política doméstica que en nada alteraba o afectaba los intereses de la nación más poderosa.

Tampoco estaba en auge un nuevo enfoque en los términos de las relaciones internacionales fundamentado en la racionalidad de los vínculos entre los países en razón de los intercambios económicos entremezclados con enfoques ideológicos falsos, invocados en función de intereses geopolíticos.

La gestión orientada a trascender los límites de la política internacional tradicional, propiciando la búsqueda de soluciones a conflictos regionales o entre países, o en un mismo país, colapsó con la mediación entre el gobierno y los opositores venezolanos.

El próximo paso, alcanzar el puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, era un eslabón mayor que no resistiría más protagonismo después del establecimiento de relaciones con China, en medio del endurecimiento de la Administración Trump en la guerra comercial con el gigante asiático.

Un país del patio trasero, aunque esté en el Consejo de Seguridad de la ONU, parece que no tiene más opción que una acentuada prudencia… silencio incluido.

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