Se dice que “en la guerra lo primero que muere es la verdad”; o que “la primera víctima de la guerra es la verdad”. Según Winston Churchill: “En tiempos de guerra la verdad es tan preciosa que debería ser protegida de las mentiras por un guardaespaldas”.
En el caso de Ucrania la gran verdad es la invasión de Rusia a ese país, que ha recibido un gran rechazo en todo el mundo.
Pero alrededor abundan las mentiras, la desinformación, las manipulaciones, los intereses geoestratégicos y económicos y el negocio de las armas, mientras millones de ucranianos, entre refugiados y desplazados, son los que sufren.
En ese juego de mentiras hay una mayúscula que recién devela la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos: la muerte de más de 50 ancianos en una residencia en Luhansk tras un letal ataque ruso.
Ahora dice un informe de la ONU que “la mitad” de la culpa la tienen soldados ucranianos por haberse atrincherado allí con un “nido de ametralladoras” para entablar combates y usar a las personas como escudos humanos.
Es un solo ejemplo, pero abundan las denuncias del uso de civiles como parapetos o de hacerlos permanecer en zonas de combate y poner obstáculos a los corredores humanitarios.
Es momento de que los verdaderos amantes de la paz den un paso al frente para terminar con esta “locura de la guerra” como la calificó el papa Francisco el domingo tras el rezo del ángelus en la plaza de San Pedro.
La voz del pontífice es la única que exige con firmeza que “los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente”. Misma firmeza con la que ha pedido a la juventud “rebelarse contra la guerra”.
Tan sincero es su clamor y su pedido a que “Dios muestre el camino para que se ponga fin a esa locura”, que ha reiterado su disposición de ir a Kiev y a Moscú.
No ha obtenido el papa ninguna respuesta, mientras “líderes” mundiales, camuflados con el ropaje de la condena al agresor y de una fementida invocación de la libertad y la democracia, apuestan a que se mantenga esa guerra injusta y desigual.