Pena por Haití

Más allá de su consabido deterioro económico, su inviabilidad institucional y el desorden social, la situación política en Haití se agrava cada día

Más allá de su consabido deterioro económico, su inviabilidad institucional y el desorden social, la situación política en Haití se agrava cada día, con brotes de violencia, desde febrero pasado, cuando fue incendiado un mercado, saqueadas varias tiendas y se fugaron decenas de prisioneros.

Desde entonces, un movimiento persistente apuesta a la inestabilidad con la demanda de renuncia del presidente Jovenel Moise, que ha perdido el control después que los ciudadanos se enteraron de que funcionarios del gobierno utilizaron para beneficio propio cerca de 4 mil millones de dólares provenientes de los financiamientos del gobierno de Venezuela a través del programa Petrocaribe. El mismo presidente fue señalado como uno de los favorecidos.

Además de la crispación a consecuencia de esa defraudación, colapsa el suministro de petróleo, se vive una escasez generalizada, principalmente de combustibles y un escalamiento de precios generalizado.

Ayer, cuando el presidente Moise se aproximó a la sede del gobierno, adonde escasamente concurre, su comitiva fue atacada a pedradas.

Haití, con su pobreza y debilidad institucional, heredada desde los tiempos coloniales, y perpetuada por la voracidad de los grupos económicos dominantes, bajo el control de gobiernos reproductores de un modelo fracasado, apoyado desde el siglo pasado por Estados Unidos, se aleja de una senda que lo lleve siquiera a la sobrevivencia tranquila.

Asistimos a un camino sin final, sea por las inconductas de los gobernantes, el saqueo de los más ricos y el radicalismo de la oposición, que rechaza todo tipo de diálogo con el presidente Moise. Reclama su renuncia pura y simple. Todo se agrava ahora cuando desaparece la mediación que propiciaba la presencia de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah).

Ese estado de cosas repercute de este lado de la isla. Más migrantes hacia el Este e inestabilidad en el comercio y en la línea fronteriza. Ya vimos cómo se ha reflejado en la disminución del movimiento comercial desde Pedernales a Dajabón.

La comunidad internacional, muy centrada en los grandes problemas, debería volver la mirada hacia el pobre pueblo haitiano, aunque a decir verdad, si ellos no buscan forma de avenencias entre sí, difícilmente terceros podrán encauzarlos. Una pena.

Posted in Editorial

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas