La tormenta Beryl hizo en un santiamén que una buena parte de los dominicanos entendieran que los desechos plásticos son una de las peores plagas contaminantes de ríos, arroyos y cañadas y que por esas vías invaden las aguas marinas. Que son además causantes de las obstrucciones de los drenajes de las principales ciudades.

Ese momento hizo que también se pusiera más atención al histórico deterioro de los dos grandes ríos que impactan el Gran Santo Domingo, sobre los cuales de hecho hace tiempo que se hacen algunos ejercicios para recuperarlos.

El desalojo de La Barquita forma parte de esos esfuerzos, igual el proyecto de mejoría de algunos barrios del Domingo Savio. Varias organizaciones igual están comprometidas por salvar esos importantes recursos hídricos.

Y es que los ríos Isabela y Ozama son riquezas extraordinarias que la naturaleza concedió a esta isla, y las diferentes generaciones, desde el siglo pasado, permitieron o propiciaron su destrucción. Las ocupaciones progresivas de las riberas fue el producto de la total tolerancia de las diferentes administraciones del Estado desde 1960.

Todas las miradas hoy se dirigen a esos dos ríos, pero igual destino se va marcando a otro curso de agua sometido a gradual degradación. Hablamos del río Haina, que tal como dicen sus vecinos, no tiene dolientes.

La presión urbana sobre el mismo no ha sido de la dimensión del Ozama o el Isabela, pero ya están los daños. Los desechos que vierte Guajimía y a través de la misma algunos barrios de Santo Domingo Oeste, y algunas empresas que operan en su cercanía, diezman su vida.

Ya la población, y las mismas autoridades, olvidaron el daño que provocó una empresa vertedora de desechos contaminantes que terminan en sus aguas. Por más que pretendieron ocultarlo, el Consejo Dominicano de Pesca y Acuicultura (Codopesca), no tuvo más alternativa que prohibir la pesca en sus aguas durante algún tiempo. Pero nunca jamás se supo si el ministerio de Medio Ambiente aplicó las sanciones condignas a los responsables, protegidos por el silencio cómplice.

El Haina, igual que los ríos Isabela y Ozama, reclama políticas públicas de protección. No es un filete para el turismo, pero sí un importante recurso para la población de San Cristóbal y Santo Domingo.

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