En 1989, la Asamblea General de la ONU proclamó el Día Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, que se celebraría el segundo miércoles de octubre, pero a partir de 2009, cambió al 13 de octubre y pasó a llamarse Día Internacional para la Reducción del Riesgo de los Desastres.

Entre los motivos de este cambio, la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR) establece que “los desastres no son naturales, sino el resultado de las omisiones y la falta de prevención y planificación ante los fenómenos de la naturaleza”.

El lema adoptado para este año es “Combatir la desigualdad para un futuro resiliente”. Sobra decir que nuestro mundo es cada vez menos seguro, las poblaciones están expuestas a pérdidas de vidas humanas y pérdidas materiales como consecuencia de fenómenos naturales.

En muchos casos se trata de eventos meteorológicos como inundaciones y tormentas, o terremotos, aludes y olas de calor que han duplicado cifras los últimos 40 años. A esa lista se suman los tsunamis y las erupciones volcánicas.

Esos desastres naturales no pueden evitarse, pero sí es posible prepararse para responder, ya sea con operativos y protocolos establecidos de antemano, y con sistemas de asistencia para los damnificados.

El cambio climático, el aumento de la temperatura que genera un mayor deshielo que sube el nivel del mar y se “traga” cada año kilómetros de costas, la tala de bosques y las consecuentes sequías que desplazan poblaciones enteras, son desastres causados por la acción humana.

En los últimos veinte años más de 1.35 millones de personas expuestas a amenazas naturales han muerto, en especial mujeres y niños, y varios millones más tuvieron que dejar sus hogares, o sufrieron heridas graves y necesitaron ayuda de emergencia.

Una manera de aportar a esta celebración es tomar conciencia de que vivimos en un planeta frágil, que debemos cuidar entre todos y entre todos exigir a los gobiernos que tomen prevenciones para minimizar los riesgos ante cualquier desastre natural.

Esto implica impedir construcciones junto a ríos y cañadas, cuidar nuestros bosques y reforestar, informarse de cómo actuar ante un riesgo de tsunami, mejorar los sistemas de alerta meteorológica, enseñar a la gente cómo ubicar las vías de escape en edificios en caso de sismos o incendios, hay mucho más por hacer, solo se trata de cuidar lo más valioso que tenemos, que son las vidas humanas.

Posted in Editorial

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas