Las autoridades han hecho lo correcto al endurecer las medidas restrictivas, y no exagera el que opine que pudieron irse todavía más a fondo.
Es que la cantidad de gente joven que se ha contagiado de COVID-19 en las últimas semanas resulta preocupante, a lo que ha contribuido el aporte de un sector activo de la población que se suponía era el menos propenso o el de menor riesgo.

Preocupante también ha sido que personas que se contagian en estos días es gente que no se ha vacunado, y aunque el virus no hace distinciones de clase ni de género, precisamente los que más desaprensión han mostrado hacia el proceso de vacunación son la mayoría de las víctimas actuales.

Quizá la causa de esta escalada de contagios haya que buscarla en parte en el triunfalismo que se instaló en la población con las sucesivas llegadas de vacunas, que representan un manejo adecuado de la crisis y cuya aplicación ha sido expeditiva, pero esa sensación de falsa seguridad que se generó en algunos sectores ha llevado a un relajamiento de las medidas de seguridad y a ignorar una amenaza real que se materializa cuando la gente se enferma y comienza su verdadero calvario.

Se ha instalado la sensación de que caminamos hacia una apertura con la que supuestamente nos acercamos a una normalidad en todos los órdenes, lo que es caldo de cultivo para el descuido que lleva a transitar libremente en la noche, a aglomerarse sin mascarilla en discotecas, colmadones y restaurantes, sin el debido distanciamiento físico y sin los cuidados más elementales.

Tal vez se necesite una actitud más estricta de los organismos del Gobierno y de las empresas, como la exigencia de estar vacunado para ser admitido en los lugares de trabajo, convencer a la población con campañas más intensivas de que la vacunación no se negocia, combatir de manera efectiva los llamados “teteos” en barrios y sitios de diversión y evitar que quien no esté vacunado pueda entrar a lugares donde haya grupos de personas.

Por extremo que esto parezca, tal vez sea la única manera de evitar un retroceso de mayor magnitud que el actual.

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