El retorno voluntario de miles de haitianos a su territorio, luego de las medidas dispuestas por el gobierno dominicano y las redadas contra los indocumentados, constituye un buen gesto por parte de los vecinos, porque en lo adelante no será igual su permanencia en este país sin un estatus legal.
Aunque organismos internacionales incluyendo a la OEA y la ONU, sin menospreciar a la desacreditada y títere, Amnistía Internacional, acaben como es su estilo y vocación con el país, sus aportes al desarrollo y valoración de los dominicanos todavía andan por el ojo del huracán y el fondo del volcán, por lo que poco debe importarnos.
Lo mejor que pueden hacer los vecinos es regresar a enfrentar la situación que aqueja a su país y, a ser valientes, como aquí quieren aparentar, dando la cara y combatiendo a las bandas organizadas de las que huyen con pavor, aunque su destino primario es República dominicana, donde encuentran todo suave y sin sacrificios.
Los defensores de los indocumentados y los negociantes de miseria que obtienen pingues beneficios con la trata de personas, armas, drogas y otros vicios, que los utilizan como mulas, deben saber que no todo dura para siempre, que de la verdad nadie se guarda y que un día caerán en manos de la Justicia, para pagar el daño que hacen a una sociedad sana.
Es tiempo de que los dominicanos tengamos un respiro, que el orden, la limpieza en las vías y el respeto a la propiedad como al derecho a tener un empleo justo, conforme a la ley, sea de nuevo una realidad para los criollos, desplazados injustamente.
El Gobierno no debe permitir que lo intimiden empresarios que solo velan por sus intereses, políticos y militares, que siempre han sacado ventajas del desorden que genera la inmigración y la invasión pacífica que nos ahoga, sobre todo, creando derechos que luego pesarán.
Hay que seguir adelante sin dar un paso atrás, porque recular podría ser peligroso para la soberanía nacional, para la paz ciudadana y, más aún, para la garantía de la dominicanidad. ¡Adelante y valor!