“La corrupción sólo se detiene en la puerta de mi despacho”. Para pronunciar tal frase había que ser muy inteligente en la defensa de sí mismo. “La corrupción sólo se detiene en la puerta de mi despacho”. Y había que ser un político muy agudo en la autocrítica para sacarle beneficio al discurso de sus adversarios. “La corrupción sólo se detiene en la puerta de mi despacho”. Y para decirlo así, cínicamente, como si tal cosa, había que ser valiente y audaz. En cambio, nada de eso se puede decir de “¿Corrupción?… ¿Cuál corrupción?”. (Es que la diferencia entre Balaguer y Danilo es demasiado grande).

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