Me parece que va bien: su imagen no es de semidiós, sino de funcionario público. No rinde culto a la absurda solemnidad del poder. Trabaja mucho. Sabe delegar. No pierde tiempo en la toma de decisiones. Habla mucho y se da a entender con claridad. No discute públicamente con nadie. No interfiere en la Justicia. No ha hecho del Gobierno un órgano de su partido. No ejerce el nepotismo ni el amiguismo. No propicia la corrupción… (Yo diría que si se mantiene así y logra que este país siga hacia adelante, con o sin Covid, y promueve una verdadera modernización del Estado, Luis Abinader alcanzaría un buen lugar en la historia).

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