Desde octubre empieza la cantaleta en todos los ritmos y las tiendas se adornan de verde y rojo para animar a la clientela insaciable (y hasta Dios recibe una canasta navideña tan grande que no cabe por la puerta del cielo)… Entonces empieza a hablarse del doble sueldo que animan al máximo tres reyes supuestamente magos de procedencia indefinida, y arranca la música, que aprendimos desde la primera infancia, a invadir todas las horas hasta el 7 de enero, cuando por fin se van los famosos reyes… (No dudo de que Jehová, abrumado por tan grande fiesta consumista, se haya arrepentido de ser el único dios que tiene un hijo).

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