Nunca la escuché ofender a nadie ni levantar la voz para hacerse sentir. Siempre que hablaba exponía sin reservas sus propias convicciones. Fue irreversiblemente leal al ejemplo de lucha de José Francisco Peña Gómez. La sencillez era el principal signo de su personalidad. No imponía sus ideas: educaba con ellas. Enarboló los más grandes sueños de su pueblo hasta el último día. Por todo eso, Ivelisse Prats Ramírez de Pérez, ciudadana ejemplar, siempre educadora en el aula y en el partido, portadora de los mejores valores humanos, deja una huella imborrable en el sistema político dominicano.

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