Al cerrar la última página de “Relatos Inocentes”, testimonios y vivencias de infancia y juventud de Rafael Chaljub Mejía, que muestran con pureza su origen campesino; una obra literaria sin adornos retóricos, sin sofisticaciones de hechos y realidades y con un dominio profundo de nuestra idiosincrasia más auténtica (la de campo adentro), en la que la lealtad es un valor innegociable, la amistad el más caro patrimonio y una decisión de lucha que, como vemos en Chaljub, supera en firmeza la de muchos “pueblitas”. (Reitero mi vieja convicción de que en este hombre tenemos uno de nuestros revolucionarios más auténticos).

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